domingo, 30 de octubre de 2016

siempre amanece

El peregrino tiene vocación de "aurora", de encontrarse y descubrirse en el amanecer, en la primera claridad de la mañana. San Juan de la Cruz canta los "levantes de la aurora", pues es aquí, en esta diáfana hora, cuando se nos revela el origen virginal de todas las cosas... Es el Nacimiento de Dios en nuestro corazón, ensimismado en el mismo Corazón de Dios.
Hágase fuerte la Esperanza y aprendamos a "ver" más allá. La luz no es avara ni miente. Es el Sol de la Resurrección y de la Vida que ya se nos da sin modo ni medida.
Por eso clamamos en nuestra plegaria cotidiana: -¡Ven, Señor Jesús!
Mientras la avaricia y la duda siembran desolación y angustia, hemos de seguir sin titubeos nuestros pasos. Porque ha llegado la hora, siempre llega, y recibimos en ella, en su esplendor y soledad, en su silencio, el ámbito de nuestra intimidad con solo Dios.

Alberto E. Justo


domingo, 16 de octubre de 2016

contradicción

Preguntamos hoy por esas situaciones, propias de un desierto y de todos los desiertos, cuando el peregrino ha de "jugar" en ámbitos contradictorios, que quieren apartarlo o alejarlo de su camino...
¡Cuántas  veces preguntamos: -¿por qué?- ante pruebas de toda índole, aún en la soledad!
Hoy, desde luego, en esas "crisis" de convivencia, se multiplican las cuestiones y los problemas. Y no hallamos, por lo menos rápidamente, la solución deseada...
Nos detenemos, entonces, en la oración en el Huerto. Y nos damos cuenta de que no aceptamos muy fácilmente la Copa del Señor. Por el contrario, pretendemos el éxito y la satisfacción, no sólo de sabernos en lo cierto siempre, sino de merecer no sé qué premio reconfortante en esta hora o en cualquier otra.
Ha aparecido el "desengaño" en el oscuro horizonte delante nuestro. No lo queremos en modo alguno... Pero ahí está.
Muchas veces hemos recordado que el desierto de hoy (el de siempre) tiene las pruebas y las tentaciones de Antonio, y éstas no son precisamente simpáticas.
Pero el Señor bebió la Copa. Las horas de la tentación y las contradicciones son harto variadas. Pero nos traen el consuelo en ellas mismas, sobre todo cuando sabemos y meditamos que el Señor nos invita a seguirlo, a vivir en Él y con Él su Misterio, que es también, de algún modo, el nuestro.
No nos detengamos en saber si es esto o aquello. Dejemos a Dios ser Dios en nosotros, en confiado abandono, en esperanza, en el mismo Espíritu que nos es dado...
¡Ven Señor Jesús!

Alberto E. Justo


sábado, 8 de octubre de 2016

¿Cuál es el "lugar" escondido?

¿Cómo no preguntarlo cuando tanto hablamos de él? Porque quisiéramos una dirección más clara, señas que nos ayuden a encontrar nuestro bien...
Es claro que no podemos dar un "domicilio" porque vamos más allá de todo lugar establecido entre límites pensados o determinados. La invitación es a un "lugar" que no tiene dirección porque, de algún modo, las tiene todas... Porque hallamos nuestro monasterio o nuestra ermita en nosotros mismos, y el "escondite" está en el corazón. Lo que está demasiado cerca, lo más inmediato, no se descubre detrás de ciertas fronteras sino que se recibe en quietud, en silencio, en confianza; en suma: en fe.
Es el "encuentro" con la vida misma. Es la unión al Viviente. La vida se recibe pues, y todo lo repleta.
No haya temor ni duda. Cuanto menos lo "pensamos" más presente y profundo está...

Alberto E. Justo


viernes, 7 de octubre de 2016

caminos de contemplación

No es difícil hallarlos, sobre todo cuando vamos "unificando" nuestra vida. Cuando dejamos que Dios nos "una" en Él y con Él, en el misterio de su presencia y de su amor...
Pero ha de ser Él. Porque los caminos no son ilusiones ni fantasías. Tampoco tienen que ver con los antojos u ocurrencias de "otros" que pretenden imponer modos, emociones o actitudes postizas,
precisamente cuando las ambiciones de poder mundano están a la orden del día, cuando los que se atribuyen, aún en el campo religioso, un dominio que no les pertenece, que nunca les pertenece, ni les ha pertenecido jamás.
Los caminos de la contemplación son "de otra índole", están más allá de los "controles" y de los proyectos; y son caminos de Dios. Es por ello que el peregrino ha de vivir en paz y libertad, muy lejos de costumbres y modas, muy lejos de fanatismos e imposiciones hueras...
¡Adelante pues, con gran confianza! Descubramos en las entretelas del corazón y en su silencio los lugares y el espacio, la apertura que es camino (¡y mil caminos!) por gracia de Dios.

Alberto E. Justo

jueves, 6 de octubre de 2016

huellas en un solo camino

Para quienes han sido llamados a las sendas del Desierto los pasos se suceden, armoniosamente, en una dirección. Alguien dijo una vez: -ve "directamente" a Dios. Esto es: no detenerse ni enredarse en tareas o campos intermedios...
La tentación, la gran tentación de nuestros días, es este "detenimiento", con tanta frecuencia vano y sin sentido.
Desierto es amplitud, apertura como el mar o el firmamento. Significa infinito espacio y "lugar" más que lugar. Y, sin embargo, cabe, todo él, en el corazón atento y puro.

Alberto E. Justo


miércoles, 5 de octubre de 2016

Silencio y esplendor

Aunque no parezca en el silencio del desierto, por encima de los ruidos y de las dificultades, resplandece la luz siempre nueva, que nunca palidece, que nunca se aleja.
El desierto es la ciudad y el despoblado; el desierto es paisaje y apertura, el desierto envuelve en silencio nuestras horas mejores y se convierte en ocasión de elevación insospechada.
El silencio supera todo ruido y toda angustia: puede ser cobertura y abrigo de paz si sabemos andar por sus sendas y abrir sus caminos. El desierto es soledad inefable y comunión altísima cuando prestamos atención pura desde el corazón profundo...

Alberto E. Justo