viernes, 5 de agosto de 2016

Decir, callar, meditar...

¿Es posible expresar lo inexpresable? ¿Es tan luminoso lo que no sabemos? En la noche -¡tantas veces!- hallamos la luz, esa misma que quisiéramos descubrir más allá de las fronteras.
Luz que no ha de apagarse, sino que cada vez se enciende más... Cada vez más. No hay ya escuelas ni modos... Allí y aquí está. Es la vida, el espíritu que guarda el secreto que recibe y que tiene infinito valor en la apertura del corazón. ¡El secreto que recibe! ¿Qué puedo añadir?
Cuanto menos sabemos, más aprende el corazón. Paradoja muy simple, desde luego, pero incomparable consuelo y alegría cuando se disipan las nieblas y se levanta la aurora, con el perfume sin par de la primera mañana, del amanecer.
¿Qué es este "amanecer"? ¡Un Nacimiento inefable!

Alberto E. Justo