Tenemos delante un hermoso tapiz... Pero siempre estamos "del otro lado", es decir que vemos el tejido que apenas deja adivinar algo del dibujo...
El "lado" que vemos es "ocasión" del otro. Está allí para ser superado o trascendido en la contemplación del "derecho" (digámoslo así).
Lo mismo ocurre en los días que se suceden, en estas horas que, tantas veces, juzgamos carentes de sentido... Y, en realidad, es así porque no lo poseen por sí mismas y por sí mismas no significan nada.
Con frecuencia nos atamos y nos "estancamos" en lo que vemos, u oímos o padecemos... Y otorgamos a la hora, a la cronología cotidiana, un valor del cual carece.
Ocasión de "otra cosa". Es preciso trascender el tiempo y el espacio, aprovechando la circunstancia o la imagen demasiado visible o sonora para ir más allá.
Es el momento de "brincar" sobre lo que aparece para levantarnos por encima... Es que... hay Quien nos levanta, porque es Él y sólo Él, en quien "somos, nos movemos y existimos."
Alberto E. Justo
miércoles, 4 de diciembre de 2013
sábado, 2 de noviembre de 2013
Amanecer
La vida no ha de ser definida. La recibimos y la redescubrimos en diversos niveles, sin apresuramiento y sin tensión.
La Aurora verdadera no se declama, ni se impone. Simplemente llega y nos envuelve en el encanto de su luz, en su aire, en su respiro. ¡Cuánto nos equivocamos al... "forzar"!
El soplo de la mañana y de la vida: es pureza, no reclama. Simplemente es ahí.
Llevamos horas navegando por un lago silencioso, próximos a una costa boscosa y acercándonos a esa isla en cuya soledad se oculta una pequeña ermita. Si nos apresuramos se aleja, si nos dejamos conducir por la mansa corriente, se acerca...
Porque es muy bueno contemplar y gozar, en la primera mañana, el regalo divino de la paz.
¿Y esto es compatible con los sacudones de una hora difícil, cuando el alarido y la hostilidad son formas habituales de expresión y de conducta?
Laguna y Aurora, Paz y Verdad están en el paisaje del alma y ésta no sabe de claudicaciones cuando se desprende de cuanto no le pertenece y se abandona en la Vida verdadera.
Alberto E. Justo
La Aurora verdadera no se declama, ni se impone. Simplemente llega y nos envuelve en el encanto de su luz, en su aire, en su respiro. ¡Cuánto nos equivocamos al... "forzar"!
El soplo de la mañana y de la vida: es pureza, no reclama. Simplemente es ahí.
Llevamos horas navegando por un lago silencioso, próximos a una costa boscosa y acercándonos a esa isla en cuya soledad se oculta una pequeña ermita. Si nos apresuramos se aleja, si nos dejamos conducir por la mansa corriente, se acerca...
Porque es muy bueno contemplar y gozar, en la primera mañana, el regalo divino de la paz.
¿Y esto es compatible con los sacudones de una hora difícil, cuando el alarido y la hostilidad son formas habituales de expresión y de conducta?
Laguna y Aurora, Paz y Verdad están en el paisaje del alma y ésta no sabe de claudicaciones cuando se desprende de cuanto no le pertenece y se abandona en la Vida verdadera.
Alberto E. Justo
¿Prisionero en tu lugar?
No sabemos cuál es nuestro "lugar". En suma: no acertamos a descubrir dónde estamos... ¡Tantas preguntas acerca de los "valores", de las "cuestiones", de los problemas... ¿Hemos logrado nuestros deseos, alcanzaremos -alguna vez- nuestros propósitos? Preguntas y más preguntas que fatigan y no aportan respuestas...
¡Pero es tan simple y tan directo! Quizá por ello resistamos a abandonarnos en lo más fecundo...
¡Estamos donde "somos"!
Aguardamos añadir migajas a la hondura del ser. Distraídos por esto o por aquello, detenidos en horarios, reglamentos y porfías, apartamos la mirada y nos perdemos en infinitos vericuetos sin razón y sin salida.
¡Si hubiéramos sospechado entonces!... Pero esto es un engaño. Este "pensamiento" carece de sentido... Es urgente afirmar con valor y conciencia:
Hoy es hoy y nuestra vida es "ya". Ahora mismo recibimos el don inefable y , también ahora, sabemos que participamos del Ser y que todo lo tenemos en "Aquél que nos conforta."
Volvamos una vez más a "casa". No nos dejemos atrapar en las espinas de las sendas inciertas... El Secreto está celado en la Presencia que nos eleva y nos transforma...
Alberto E. Justo
¡Pero es tan simple y tan directo! Quizá por ello resistamos a abandonarnos en lo más fecundo...
¡Estamos donde "somos"!
Aguardamos añadir migajas a la hondura del ser. Distraídos por esto o por aquello, detenidos en horarios, reglamentos y porfías, apartamos la mirada y nos perdemos en infinitos vericuetos sin razón y sin salida.
¡Si hubiéramos sospechado entonces!... Pero esto es un engaño. Este "pensamiento" carece de sentido... Es urgente afirmar con valor y conciencia:
Hoy es hoy y nuestra vida es "ya". Ahora mismo recibimos el don inefable y , también ahora, sabemos que participamos del Ser y que todo lo tenemos en "Aquél que nos conforta."
Volvamos una vez más a "casa". No nos dejemos atrapar en las espinas de las sendas inciertas... El Secreto está celado en la Presencia que nos eleva y nos transforma...
Alberto E. Justo
lunes, 14 de octubre de 2013
viniendo para aquí, más allá irás siempre
Paisaje infinito es el alma espiritual... ¡Lo más profundo, lo íntimo en verdad, no sabe de fronteras porque siempre se abre más. Peregrino es el hombre que descubre la "hondura". Siempre ha estado en el mismo lugar y sólo hoy acaba por darse cuenta, por intuir lo que hasta ayer no veía.
Ábrese el espíritu en los ojos de Dios, en su Corazón, en su Misterio. Porque sólo Aquél nos conoce, y hasta esta palabra parece corta e insuficiente...
No escapemos ni desesperemos jamás. "Todo" está "demasiado cerca".
Retoma el cayado y torna sin cesar a casa... Medita y ora sin cesar.
Alberto E. Justo
martes, 8 de octubre de 2013
volver incesantemente a la realidad profunda...
Es una constante conversión... ¡Son tantas las "cosas" que nos distraen, que pretenden arrebatarnos nuestro bien!
Sin embargo, en la misma medida en que adherimos a la verdad profunda, a nuestra vida interior, podemos liberarnos de lo que quiere apartarnos o alejarnos.
Parece que la "calamidad" es más fuerte, pero no, es mucho más débil... En suma depende de la perseverancia de nuestra adhesión...
Es claro que lo más hondo, lo más interior y viviente, no requiere diplomas, ni preparaciones, ni estructuras. Requiere la apertura del corazón a su paisaje infinito, al Ser y a la vida que recibimos incesantemente como don.
Estamos donde en verdad somos... Aunque los datos sean escasos, aunque todo parezca lejos. Hay un gran misterio: lo que se manifiesta lejano es lo más próximo y lo que está aparentemente aquí no más, es lo que permanentemente se va y acaba. Lo que hace ruido pierde su sonido (antes o después) lo que calla, el abismo del silencio, es noticia presente de Eternidad.
Alberto E. Justo
Sin embargo, en la misma medida en que adherimos a la verdad profunda, a nuestra vida interior, podemos liberarnos de lo que quiere apartarnos o alejarnos.
Parece que la "calamidad" es más fuerte, pero no, es mucho más débil... En suma depende de la perseverancia de nuestra adhesión...
Es claro que lo más hondo, lo más interior y viviente, no requiere diplomas, ni preparaciones, ni estructuras. Requiere la apertura del corazón a su paisaje infinito, al Ser y a la vida que recibimos incesantemente como don.
Estamos donde en verdad somos... Aunque los datos sean escasos, aunque todo parezca lejos. Hay un gran misterio: lo que se manifiesta lejano es lo más próximo y lo que está aparentemente aquí no más, es lo que permanentemente se va y acaba. Lo que hace ruido pierde su sonido (antes o después) lo que calla, el abismo del silencio, es noticia presente de Eternidad.
Alberto E. Justo
jueves, 3 de octubre de 2013
No temas
¡Inmenso regalo esta exhortación permanente del Señor! Abandono y confianza. Plegaria y Paz.
Alberto E. Justo
Alberto E. Justo
lo íntimo
El Señor nos ha dicho que atesoremos en el Cielo, donde la polilla no corroe y donde nadie puede arrebatarnos nada... Esto se entiende, en primer lugar, de los trabajos y de los méritos en orden a la vida eterna... Pero aquí nos vamos a permitir extender esta enseñanza, esta exhortación divina, a los bienes espirituales recibidos en nuestra vida y peregrinación cotidianas: guardemos en la hondura del alma, esto es: atendamos y apreciemos en la hondura del alma todos nuestros tesoros, como anticipo y cumplimiento del presente, del "ya"de la Eternidad.
Oración, meditación, estudio, experiencias y dones de lo alto han de guardarse, antes que nada, en el secreto íntimo del alma espiritual. En el mismo Espíritu que nos inhabita y donde nunca se perderán. No podemos imaginar el tesoro de lo "íntimo" que solamente Dios conoce, y que es una realidad inmensa... Se trata, desde luego, de ese "gozo" inefable de la Verdad, de Su presencia, y también del "dolor", del "padecimiento" que, tantas veces, no acertamos a comprender, pero que ilumina más alto y nos eleva en Dios mismo.
Quizá no podamos describir ni definir... Tampoco nos interesa. Cuando se abre la inmensidad, en el misterio del Ser, las descripciones están de más, pero es cierto y verdadero que hemos trascendido los límites... sobre "toda criatura levantados" como decía San Juan de la Cruz.
Hemos entrado en el "paisaje infinito."
Alberto E. Justo
Oración, meditación, estudio, experiencias y dones de lo alto han de guardarse, antes que nada, en el secreto íntimo del alma espiritual. En el mismo Espíritu que nos inhabita y donde nunca se perderán. No podemos imaginar el tesoro de lo "íntimo" que solamente Dios conoce, y que es una realidad inmensa... Se trata, desde luego, de ese "gozo" inefable de la Verdad, de Su presencia, y también del "dolor", del "padecimiento" que, tantas veces, no acertamos a comprender, pero que ilumina más alto y nos eleva en Dios mismo.
Quizá no podamos describir ni definir... Tampoco nos interesa. Cuando se abre la inmensidad, en el misterio del Ser, las descripciones están de más, pero es cierto y verdadero que hemos trascendido los límites... sobre "toda criatura levantados" como decía San Juan de la Cruz.
Hemos entrado en el "paisaje infinito."
Alberto E. Justo
lunes, 30 de septiembre de 2013
Seguir de camino
No hay oposición entre el viaje del peregrino y la actual vivencia del "momento presente", del instante, de la hondura, de lo íntimo y secreto con el Padre.
Puede seguirse éste derrotero de hoy (o el que fuera) sin perder la quietud y la paz de un presente siempre renovado. La oración es, antes que nada, "atención", disposición y apertura. Esto lo sabemos y no lo perderemos por nada del mundo.
Pero tantas veces "dudamos". No sé qué fatiga o dispersión nos aparta de la realidad profunda y nos deja sin ánimo... Esto, sobre todo, es un error. Porque nadie nos puede arrebatar el Bien que nos es dado y mucho menos ¡mucho menos! a Dios que viene, que llega, que nace...
No hemos de olvidar nuestra constante consideración y atención a la Realidad, al Nacimiento de Dios en el alma, que no causamos, desde luego, nosotros; sino que Aquél, que nos ama con predilección, adviene más allá de nuestras distracciones y torpezas...
Cuando vamos de camino sabemos muy bien cuál es la realidad profunda que hace nuestra vida más alta, cuál es, en suma, la Vida que nos eleva...
Alberto E. Justo
Puede seguirse éste derrotero de hoy (o el que fuera) sin perder la quietud y la paz de un presente siempre renovado. La oración es, antes que nada, "atención", disposición y apertura. Esto lo sabemos y no lo perderemos por nada del mundo.
Pero tantas veces "dudamos". No sé qué fatiga o dispersión nos aparta de la realidad profunda y nos deja sin ánimo... Esto, sobre todo, es un error. Porque nadie nos puede arrebatar el Bien que nos es dado y mucho menos ¡mucho menos! a Dios que viene, que llega, que nace...
No hemos de olvidar nuestra constante consideración y atención a la Realidad, al Nacimiento de Dios en el alma, que no causamos, desde luego, nosotros; sino que Aquél, que nos ama con predilección, adviene más allá de nuestras distracciones y torpezas...
Cuando vamos de camino sabemos muy bien cuál es la realidad profunda que hace nuestra vida más alta, cuál es, en suma, la Vida que nos eleva...
Alberto E. Justo
jueves, 26 de septiembre de 2013
Silencio y Presencia
Es frecuente que, en determinados momentos, nos encontremos "abandonados" en un "silencio" sin respuestas... Porque, es frecuente también, que las preguntas y los reclamos se sucedan con particular exigencia en las horas de todos los días...
Es entonces cuando sentimos no sé qué vacío, no sé qué gusto a cosa "no realizada" o quizá incompleta, muy distinta de cuanto deseábamos...
Y, sin embargo, despierta, como la aurora, en aquellos instantes, esa fecundidad que nunca acertaremos a medir... ¡Dios nunca calla! aunque así nos parezca tantas veces.
Sí, tengamos presente, no lo olvidemos, el silencio aquí es densidad, promesa y cumplimiento, noticia insospechada... ¡Sí, en verdad HAY Alguien! Y se manifiesta en modo siempre nuevo. El silencio Es MODO NUEVO, ya que permite y abre todas las puertas a lo esencial.
Nunca descuidemos la confianza, ni olvidemos que lo cierto, lo más cierto y firme, no dispone de sistemas, ni de modas, ni siquiera de "estilos" predeterminados.
Aunque el medio sea tan pobre, aunque el papel se quiebre, aunque el tiempo lo deteriore... Resuena siempre inefable la Única Palabra: "Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado Hoy."
Alberto E. Justo
Es entonces cuando sentimos no sé qué vacío, no sé qué gusto a cosa "no realizada" o quizá incompleta, muy distinta de cuanto deseábamos...
Y, sin embargo, despierta, como la aurora, en aquellos instantes, esa fecundidad que nunca acertaremos a medir... ¡Dios nunca calla! aunque así nos parezca tantas veces.
Sí, tengamos presente, no lo olvidemos, el silencio aquí es densidad, promesa y cumplimiento, noticia insospechada... ¡Sí, en verdad HAY Alguien! Y se manifiesta en modo siempre nuevo. El silencio Es MODO NUEVO, ya que permite y abre todas las puertas a lo esencial.
Nunca descuidemos la confianza, ni olvidemos que lo cierto, lo más cierto y firme, no dispone de sistemas, ni de modas, ni siquiera de "estilos" predeterminados.
Aunque el medio sea tan pobre, aunque el papel se quiebre, aunque el tiempo lo deteriore... Resuena siempre inefable la Única Palabra: "Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado Hoy."
Alberto E. Justo
lunes, 23 de septiembre de 2013
¿espiritualidad?
Esta palabra es usada hoy por hoy en los más diversos sentidos. Hasta hay un abuso de ella. Será conveniente trazar alguna frontera para acertar lo que intentamos...
Si "espiritualidad" comporta una suerte de estilo de vida, propio, tal vez, de alguna institución o de un "movimiento" o de cosas similares, debemos afirmar que no se trata precisamente de "espiritualidad de la vida cristiana" en el sentido en que hemos de entenderla con cierta propiedad.
Nos referimos aquí a la vida "mística" cuyo carácter esencial es la unión con Dios y la experiencia directa de Su presencia. Y en esto hemos de afirmar sin duda que sólo hay UNA. Que no depende de instituciones ni de sectores, porque lo más alto no puede quedar determinado por instancias inferiores...
Los fundadores de Órdenes religiosas, por ejemplo, -nos decía el Cardenal Spidlik- no han sido "ideólogos" sino "padres", y un padre sabe muy bien que puede tener un hijo diferente... En efecto, cerrar filas en un "modo" determinado de vida más se aproxima a la "ideología" que a la "paternidad" espiritual. Ésta es lugar de libertad y de universalidad. Hay aquí una distancia análoga a la que existe entre el "hermano" y el "conciudadano"...
Cuando hablamos de contemplación y de vida contemplativa no nos referimos a parcializaciones, ni siquiera a determinadas trayectorias históricas, sino a la vocación profunda y esencial que descubre todo aquél que es conquistado por el misterio y la hondura del Ser y de la interioridad.
Es una vocación, en suma: un llamado a vivir en el Secreto del Padre, y esto no tiene "después". No se da "para"... Digamos en el silencio de una plegaria: "conversatio nostra in coelis est."
Alberto E. Justo
Si "espiritualidad" comporta una suerte de estilo de vida, propio, tal vez, de alguna institución o de un "movimiento" o de cosas similares, debemos afirmar que no se trata precisamente de "espiritualidad de la vida cristiana" en el sentido en que hemos de entenderla con cierta propiedad.
Nos referimos aquí a la vida "mística" cuyo carácter esencial es la unión con Dios y la experiencia directa de Su presencia. Y en esto hemos de afirmar sin duda que sólo hay UNA. Que no depende de instituciones ni de sectores, porque lo más alto no puede quedar determinado por instancias inferiores...
Los fundadores de Órdenes religiosas, por ejemplo, -nos decía el Cardenal Spidlik- no han sido "ideólogos" sino "padres", y un padre sabe muy bien que puede tener un hijo diferente... En efecto, cerrar filas en un "modo" determinado de vida más se aproxima a la "ideología" que a la "paternidad" espiritual. Ésta es lugar de libertad y de universalidad. Hay aquí una distancia análoga a la que existe entre el "hermano" y el "conciudadano"...
Cuando hablamos de contemplación y de vida contemplativa no nos referimos a parcializaciones, ni siquiera a determinadas trayectorias históricas, sino a la vocación profunda y esencial que descubre todo aquél que es conquistado por el misterio y la hondura del Ser y de la interioridad.
Es una vocación, en suma: un llamado a vivir en el Secreto del Padre, y esto no tiene "después". No se da "para"... Digamos en el silencio de una plegaria: "conversatio nostra in coelis est."
Alberto E. Justo
¿quienes son?
Grandes, grandes son los que han callado... Aquellos que hoy y siempre custodia el silencio. La historiografía consagra a los "gritones", que en gran parte son mediocres.
Las grandes gestas, ¿qué son, qué comportan?
El asombro ante el "vacío" del mundo mueve al silencio, a trascender necedades y lugares comunes...
Los héroes verdaderos son los hijos y moradores del Desierto...
Alberto E. Justo
Las grandes gestas, ¿qué son, qué comportan?
El asombro ante el "vacío" del mundo mueve al silencio, a trascender necedades y lugares comunes...
Los héroes verdaderos son los hijos y moradores del Desierto...
Alberto E. Justo
jueves, 19 de septiembre de 2013
Aún más hondo...
Nos sorprenderá que nunca alcancemos medidas ni límites... La "profundidad" no tiene fin... El "camino" del alma nunca acaba... Pasarán los años y las distancias y nos "sentiremos" extraños porque nunca llegamos o porque nos parece que el "fin" se aleja cada vez más... Algo de esto es necesario meditar ahora cuando pretendemos tantos perfiles acabados y definiciones más que suficientes...
La "hora" se torna fecunda cuando cae y escapa a nuestras medidas... El espíritu supera los confines, el espíritu halla su centro, su sentido y su vida en sólo Dios.
No nos admiremos de esta inacabable senda, de esta peregrinación más allá de las fronteras. Dejemos que Dios nos lleve, que nos levante cuando y donde Él quiera... Porque es precisamente eso, eso mismo que no sospechamos, lo que nosotros queremos en nuestro corazón.
Alberto E. Justo
jueves, 22 de agosto de 2013
el camino continúa...
Tal vez tengamos el deseo (¿la tentación?) de pretender llegar a destino con gran rapidez... Me traevo a decir que, por estos parajes la condición de "peregrino" es ya un "fin". Quizá sea lo propio "seguir adelante" con confianza y perseverancia. Pero, el que se puso en movimiento, por fin, HACIA, ¿no llegó ya, de alguna manera?
Efectivamente, nada ganamos e el clima de impaciencia y sí arribamos en el ámbito de la paz y de la quietud. Esto es admirable y es, desde luego, una paradoja. Cuando juzgamos descansar en un término definitivo es cuando nos alejamos del fin. Cuando consideramos que aún hemos de andar nos aproximamos a la meta.
Abramos las puertas de la confianza y del "abandono". Seguramente hallaremos nuestro bien...
Alberto E. Justo
Efectivamente, nada ganamos e el clima de impaciencia y sí arribamos en el ámbito de la paz y de la quietud. Esto es admirable y es, desde luego, una paradoja. Cuando juzgamos descansar en un término definitivo es cuando nos alejamos del fin. Cuando consideramos que aún hemos de andar nos aproximamos a la meta.
Abramos las puertas de la confianza y del "abandono". Seguramente hallaremos nuestro bien...
Alberto E. Justo
jueves, 8 de agosto de 2013
identidad
¿Has perdido tu “sentido” de “identidad”?
Es esta una pregunta, tal vez, muy mal formulada... Algunos quizá la juzguen
hasta “atrevida”... Y, sin embargo, la mantenemos a pesar de las dificultades.
¿Te percibes allí debajo, sin asidero, sin domicilio, sin hogar,
sin un destino claro, en esta hora de confusión y de tormentas? ¿Dónde está tu “persona”,
dónde tu “sí” profundo, dónde –en verdad- tú mismo?
Las explicaciones y los sermones, las doctrinas y las
propuestas son tantas ¡tantas! que ya no acertamos a distinguir en las brumas
de los caminos: hay demasiada niebla en nuestros parajes... ¿No parece así?
Quizá así lo padezcan algunos y bastaría que uno solo lo sufriera para que, en
la oración y en la meditación, nos ocupáramos de ello. Pero, en realidad, a
todos nos toca, de alguna manera.
¿Quién es el que sufre? ¿Quién sufre esta vez y con
frecuencia? ¿Quién? Ciertamente no se trata de una institución, ni de
estructura alguna. Son palabras insuficientes, pero no hay modo de prescindir
de ellas.
Padece este hombre... Este mismo, esta persona, este corazón...
Quizá ha buscado ciudadanía o filiación no sé dónde, pero ahora su desilusión es muy grande porque no ha hallado
la respuesta ni el lugar ansiados.
Y no es de extrañar, ya que no encontraremos nunca nuestro
bien en cosas ni en relaciones perecederas. Forzamos por todos lados,
insistimos y volvemos a comenzar, nos ilusionamos con matices o con noticias más
o menos “mejores”, pero no hay nada que hacer, lo que es limitado es así
limitado y no nos brinda lo que procuramos o lo que aguardamos en nuestra sed
de absoluto.
Arribamos a caer enfermos, a desesperar, porfiando sacar de
un pozo seco el agua viva..., la única que puede apagar nuestra sed. La ilusión
es terrible y se hace violenta y hasta mortal cuando cava en la tierra reseca y
pretende de las cosas lo que estas no pueden dar.
Nunca como hoy se ha dado con tal vigor la “crisis” de
intermediarios. Se los ha querido como “fines” y se los ha convertido en un “infierno”.
Ármate, pues, desde tu interioridad. Lo que cuenta es lo que
en verdad eres, no de lo que te vistes o se te antoja que te cubre como si
fuera tuyo...
¿Sabes quien será siempre modelo de “solitario”? Los Padres
antiguos supieron verlo... Pues Aquél que vino a los suyos y éstos no lo
recibieron...
Alberto E. Justo
miércoles, 31 de julio de 2013
desasimiento y plenitud
Muchos son los parajes que
atraviesa el peregrino. Quizá la mayoría no los imaginara nunca... ¿Quién puede
sospechar tantos derroteros, aquí y allá?
Pero hay un camino, camino único, que no podremos señalar jamás
en las cartas geográficas, ni en los planos, ni en nuestra imaginación. Y por él
venimos andando desde hace mucho tiempo, y no “cualquier” tiempo, al antojo del
reloj o del almanaque.
¡Ah, profundidad inmensa! El “desasimiento” nos abre a lo
inefable... No te aferres a lo que caerá mañana ni te dejes arrastrar por la
porfía de este mundo. Es verdad que hace mucho ruido, pero el viento del desierto
suele sacudir con mucha dureza. Trata de no tropezar ni caer, pero deja que sople
y nada más.
¡No importa la zona que ahora atraviesas! Puede ser
cualquiera, más da... Déjala pasando
sobre ella y más allá de ella. Déjala, trascendiendo los infinitos accidentes
de la historia desde la hondura de tu corazón.
Lo “infinito” está hacia adentro, no es extensión ni sabe de
medidas. Sin medida y sin modo, decían antiguos maestros...
Si “dejas”: amanece. Aguarda la Aurora que ya quiebra las
sombras más densas de la noche. Si has aprendido, como las lechuzas, a ver en
la noche oscura: fortalécete en la esperanza, que ya llega la hora.
Alberto E. Justo
martes, 30 de julio de 2013
si aceptas el misterio ya "vas de vuelo"
El “monaquismo interiorizado”...
¡Tantas son las imágenes que la mejor tradición de vida nos entrega y señalan
los caminos mayores y más fecundos!
El monacato del “desierto interior”, una vocación
propiamente eremítica, que consiste inicialmente en el descubrimiento de la “soledad”
real de la persona. Es la conciencia de un estado profundo del alma, del corazón,
del espíritu, que aparece “manifestado” en la vida monástica, sobre todo
solitaria, a través de la historia.
Pero no solamente... Es verdaderamente cierto que el “desasimiento”
abre un horizonte inmenso... No cierra, no, de ninguna manera, al contrario:
abre y eleva.
¿Es posible continuar el camino, ese mismo que trazaron los
sueños y oculto sigue donde no lo vemos?
-Continúas el camino en la misma medida en que lo creas, en
la misma medida en que lo trazas aún cuando no lo veas...
¿Para qué quedar encerrados en esto o en aquello, si ya,
aunque no lo veamos, vamos presto de vuelo?
Alberto E. Justo
domingo, 28 de julio de 2013
llamado de Dios directo
El camino silencioso no sabe
de agitaciones vanas... Porque el corazón recogido tiene ya su morada y ésta no
se perderá jamás. ¿Por qué temer? Pero es verdad que ciertas conductas (a la
moda de hoy o a la de siempre) conmueven y parecen impedir o perjudicar los pasos,
nuestros pasos. Son los gritos y las amenazas... Pero esto es lo propio de los
muy débiles. En efecto, el más débil amenaza porque más no puede...
La labor del peregrino es superar las instancias falsas de
las muchas cosas que oye, de todo cuanto grita, de todo el aparato que precisa
la mentira para alcanzar sus objetivos y desarticulaciones...
Tornar incesantemente al silencio, sabiendo que siempre
estamos donde deseamos estar, aunque el mundo exterior nos quiera convencer de
otra cosa. No son los cercanos, ni los lejanos, los que han de reclamar nuestra
atención. El Señor nos llama, sí, a cada uno, personalmente, directamente. Tengamos
presente, sin olvido, esta palabra del Señor en el Evangelio de San Juan ante
la pregunta de Pedro: -Señor ¿y éste qué? Y la respuesta que ilumina nuestras
horas y congojas: -¿y si yo quiero que se quede hasta mi regreso, qué te
importa? Tú SÍGUEME.
En efecto, TÚ..., tú mismo, no aquel otro...
Alberto E. Justo
lunes, 22 de julio de 2013
No dudes ni te apartes de tu camino...
¿Incomprensión? ¡Cuántas veces
nos lamentamos por no ser “entendidos” o acogidos o, simplemente, bien
recibidos. La primera y eficaz respuesta es: -no importa. En efecto, es preciso
no vacilar y afirmarse en la soledad o no-asistencia de los
demás. Sobre todo cuando la prudencia nos ayuda y nos guía.
Aprender a valorar esas decisiones que sabemos que hemos de
tomar... Es verdad que hay, en esta hora, un ambiente muy denso de presiones de
todo tipo, que asustan y desvían a los peregrinos, llevándolos por sendas
perdidas...
Pero aquí está el secreto de no apartarse del camino directo
y no quedar en vana conversación por los lados, por esos “costados” que apartan
y alejan de lo esencial.
El viandante ha de adherir a lo “esencial”. En tal cosa
consiste su salvación y su vida. Sobre todo en los tiempos en que tantos
equivocan el camino por la porfía de desatenciones y distracciones sin sentido.
Alberto E. Justo
¿Y la "sensibilidad", engañadora o maestra"?
¿Qué es la sensibilidad? ¿Qué
queremos decir con ella, cuando hablamos o nos justificamos por lo que sea?
La diferencia entre las “sensibilidades” es un hecho de gran
importancia en el trato humano y es una “desigualdad” que, desde luego, debe
ser respetada y tenida en cuenta en la vida espiritual.
Nunca podrá lograrse una uniformidad ni tampoco “destruir”
las características, digamos “personales”, en aras de un “ideal” abstracto o de
un horizonte “ideológico” cualquiera. Por eso los caminos difieren y no todas
las acciones poseen el mismo valor ni tienen el mismo eco, aunque el resultado
parezca idéntico...
Entramos, aquí también, en un ámbito de “misterio”, ya que
el secreto de cada uno es siempre un abismo inabarcable... Se ha dicho: “no hay
enfermedades sino enfermos”, y esto es verdad sobre todo cuando consideramos el
valor profundo de “nuestras” cosas.
¿Sufren algunos más que otros? Esta respuesta pertenece a
Dios, pero sabemos, sin hacer ni subrayar “medidas” que no conocemos, que la
diferencia es un hecho y uno puede “sentir” el dolor con mayor severidad que
otro...
Ahora bien: ese dolor o sufrimiento “profundo” y “secreto”
es de una fecundidad inimaginable, porque solamente tiene a Dios por testigo y únicamente
Él conoce y es autor de su sentido.
Es tema de meditación y de consuelo... No hay modo ni regla
que pueda “sumergir” todo en lo mismo. Sepa el médico, sepa el confesor, el
maestro, lo que una madre sabe por su instinto de madre: “ no puede tratar a
todos sus hijos de la misma manera.”
Alberto E. Justo
domingo, 21 de julio de 2013
busca el camino más alto: no tiene nombre
No aguardes tanto lo que
aguardas... ¿Ilusiones? Tal vez; pero es hora de pasar más allá y subir más arriba. Cuando
todo “eso” no llega, seguramente ha de llegar otra cosa.
¡Cuánto tardamos en hallar nuestro bien! Nos preguntamos: “¿está
por allí, está por aquí, en este o en aquel paraje?” Y, claro, en este sentido:
no está en ninguna parte, porque buscamos, a veces con pasión, lo que no es
real o lo que no es nuestra “armonía”.
No hemos de apretujar “objetos” y aferrarlos para que no
escapen, porque esos supuestos objetos ni están, ni son.
Cada vez que cerramos una puerta juzgando que todo acaba allí
y que “eso” es lo que cuenta: aprisionamos menudencias y antiguos o nuevos
errores nuestros, ahogando la libertad de otros y mayores horizontes.
Suelta la presa que no es lo que supones. Deja volando ese pájaro
que se va lejos. No acapares. Descubre el silencio más allá de cualquier “objeto”.
Alberto E. Justo
domingo, 14 de julio de 2013
palabras y gestos que hieren
Palabras que hieren, gestos
que hieren... Existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que
llegan a través de expresiones, de términos, de actitudes, de amenazas, de
descuidos, de olvidos o negligencias.
Más prontos a reconocer las agresiones de ruidos
estridentes, de sonidos que no dejan dormir, de manifestaciones tumultuarias,
de bombazos y mil cosas más, dejamos de lado esas otras, que en ámbitos
reducidos pero asaz profundos sacuden las jornadas de los viandantes.
Poco importa la “dimensión” del mensaje. Es su intensidad lo
que cuenta. Podemos hacer tanto mal y ¡tanto bien! cuando valoramos la intención
profunda de nuestros actos y de nuestras reacciones.
Sin respeto y sin delicadeza el trato humano se degrada
hasta perecer. Los caminos se trazan con la ascesis verdadera de una búsqueda
superior: ascender en la adopción y práctica de virtudes humanas, de excelencia
y de valor.
No son los “dardos” vengativos, por lo general causados por
el resentimiento, los que compensan en luchas y fatigas, sino la rápida
renuncia a cualquier modelo de “poder”, que acaba en torpeza.
La lucha victoriosa siempre es silenciosa y poco aparente. Sin
estrépito, carente del propósito de lastimar o de fastidiar... Es el decoro de
nuestros pasos, aunque nadie aplauda ni felicite...
Alberto E. Justo
sábado, 13 de julio de 2013
A pesar de nuestra impotencia
¿Aceptar, así no más? Mil
veces preguntamos y nos planteamos nuestra impotencia ante lo que nos suena difícil
o injusto... Y acabamos meditaciones y reflexiones con un gesto de perplejidad,
diciéndonos: -no puede ser...
Y la ansiada respuesta o el sentido de lo que ocurre, con la
solución deseada, escapa a nuestro alcance. ¿Entonces?
Es urgente convencerse que la realidad no es lo que aparece “a
primera vista”. Las dimensiones mayores de hechos y de acontecimientos quedan
veladas o simplemente escondidas detrás de lo que vemos o sentimos... Quizá
todo es figura o eco de lo que corre, como río caudaloso, en profundidad. O
nada más que una señal o un “paso” que es preciso atravesar.
Cuando sufrimos o padecemos algo inmediatamente buscamos al
culpable o a la situación causante de nuestro dolor o de la contrariedad
molesta. ¡Rápidamente estamos dispuestos a acusar a quien sea o lo que sea!
Pareciera que hay más víctimas que victimarios... En suma,
el enojo y el disgusto desplazan a la posible compasión...
Pero quien padece puede descubrir que todo aquello que hiere
será superado o, mejor, trascendido, cuando un “oriente” espiritual, un
amanecer de resurrección y de vida se apodere de su corazón. Quizá cuando ese “corazón”
se afirme en sí mismo, desasido y levantado por el Misterio que es su respiro.
Andar por la tierra no me impide sino que me invita a
contemplar el Cielo y a desearlo, anticipándolo hora tras hora, día tras día. Tal
vez lo “negativo” sea una ocasión de lo “positivo”... Porque no hay “grande”
sin “pequeño”, ni “victoria” sin “derrota”.
¡Ah! ¡Qué invitación, qué vocación ésta de “más allá”! ¡Magnífico
desafío que precisa de magnanimidad y constancia!
¡Gocemos de la contemplación en la Resurrección de Aquél que
nos ha enviado Su Espíritu, que es nuestra vida!
Alberto E. Justo
viernes, 5 de julio de 2013
siempre nuevo en el corazón
Pasando la callada sombra de
un sauce
Aguardábamos en la soledad
perdida
Ese fruto siempre nuevo
Que nunca acabamos de
alcanzar.
Brisa suave, delicadeza,
Y nada, nada más…
Dices: -quiero poseer esa brisa, quiero alcanzar…
Lo inalcanzable. Eso que
pierdo, eso que me parece cercano…
Te propongo esto… Vuelve, poco a poco, a tu corazón. Desde
luego, inicialmente: calla. Con serenidad y paz huye de las consideraciones (de
todas ellas) que, desde hace poco o desde hace mucho, te abruman o molestan.
Déjalas de lado. Puedes decir dos cosas: o todas ellas te sirven para tu bien
espiritual (incluidas las humillaciones y los fracasos) o de nada valen y no tienen
peso alguno: no existen.
Lo más probable es que tengan su sentido. Quizá enseñarte
(con insistencia) a no temer. Tal vez, con mayor fuerza, a que compruebes que,
a pesar de todas ellas, puedes y debes seguir tu camino. Lo que parece estrujar
la libertad puede convertirse en el detonante de la conciencia para vencer a
todos los enemigos de ella.
Luego investiga acerca de un primer descenso, hacia adentro.
Lo primero será valorar el don de Dios que eres tu mismo. Nada ni nadie te
quita tu lugar en el Corazón del Señor. Si lo aceptas: te encuentras en Él. Así
de simple.
El Amor de Dios no se adquiere ni se compra. Has de
aceptarlo. Vive estos instantes de meditación con suma sencillez. No es
necesario que asistas a ninguna carrera, ni corrida, ni examen. Ni que acudas a
recibir premios necios, ni que te veas rodeado de mirones impertinentes. Nadie
te juzga, porque nadie puede juzgarte. Si alguien se entromete, déjalo pasar. Y
nada más.
Entonces: olvida. Porque lo más profundo no tiene figura
para ti, sino silencio.
Y pasa adelante. Acoge, descubre la sonrisa inefable entre la Madre y su Hijo, entre Jesús
y María. Quédate allí (aquí) un instante. Alégrate… Piensa que nada ni nadie te
aleja de esta maravilla, que es tu participación escondida en la soledad de tu
ermita. En medio de tu santuario, en tu corazón.
Haz silencio, no te agites ni procures cosa alguna… Déjate
llevar por esa brisa que es amor inefable.
Quizá algunos “pensamientos” acudan a perturbar precisamente
en este momento. Pues nada, no te identifiques con ellos, sepárate… Entre ellos hay aperturas, espacios, grietas…
Vuélvete y pasa más allá y a través. Sírvete de la puerta estrecha. Reposa…
No aguardes esto o aquello. No te sorprendas de pensamientos
nuevos, ni de situaciones o sucesos desagradables. No temas las tinieblas: allí
está el Señor de camino. Silencia todas las voces impertinentes. Tú mismo
puedes hacerlo en tu interior.
Y abandónate.
Firme en la Fe ,
no vaciles. ¿Qué o quién puede apartarnos del Amor de Dios?
El Silencio en el corazón es densidad, es Presencia.
Persevera y no temas.
Alberto E. Justo
martes, 2 de julio de 2013
La morada verdadera está escondida
De nuevo en el
bosque... ¿Por qué? ¿No hablamos también del Desierto y del Mar? Todas estas imágenes
pueden convertirse. Quizá porque hay una sola que está más allá de todas y se
asoma en múltiples manifestaciones, espejos lejanos de una realidad siempre
mayor.
Ermita o claustro, cabaña
o casa de castores... Hondura misteriosa que es, de algún modo, el “lugar”. En
suma: montaña o estrella, todo indica y señala una suerte de “espacio”
trascendente que es morada y que es profecía. Anuncio y presencia inmediata: sonoro
y silencioso “YA”.
Vamos de camino y siempre
llegamos. Es tan grande que no lo podemos diseñar. Pero en la “rosa que no
tiene porque”, en el instante, ha brillado su luz. Esplendor que parece un relámpago
que, al atravesar el cielo, nos abre el campo y el tesoro en él escondido...
Alberto E. Justo
domingo, 30 de junio de 2013
permanece en tu morada: todo lo hallas allí
Nos hemos internado, en el
bosque, más allá de todas las apariencias. Ante el ruido ensordecedor de la
tarde, bañada de calor y de excesiva luz, de tensiones, de augurios y
expectativas, logramos escapar más a lo hondo y descubrir el bosque amable y su
silencio.
Pero ¿quién se ha
“internado” en el bosque? ¡Menuda cuestión! Porque no acabamos de asegurarnos
que “ese” mundo ruidoso y clamoroso sea algo nuestro. Nada de ello nos
pertenece y cada día nos descubrimos más lejos... Entonces: ¿quién se atreve a
desafiar lo que no puede comprender?
Entonces, entonces:
CALLAR. ¿Qué es lo primero que encuentras en el bosque? Yo diría, así no más:
Silencio. La pregunta se desliza entre árboles, pajarillos, flores, insectos
viajeros, infinidad de plantas y signos admirables de vida... El bosque es una
esplendorosa manifestación de vida. Pero es SILENCIO. Nada responde ni pretende
responder a las inquisiciones habituales... Nada.
Venimos de
“otro” (horrendo) nivel. Nuestras espaldas cargan terribles curiosidades e
infinitas cuestiones. Nudos, nudos y más nudos. Que si esto, que si aquello.
Bolsas de basura. ¡Hasta “reglamentos” que torturan nuestro cuerpo!
¿Cómo llegamos
al bosque? Pues caminábamos rápidamente, esquivando mil multitudes, temiendo
caer aplastados por esos empujes sin razón ni dueño. Mujeres de cualquier
perfil hablaban y hablaban en voz muy alta, profiriendo vocablos soeces. Prisas
de todo tipo, quizá angustias veladas, dolorosas todas ellas... Hasta que cruzó
un niño pequeño: miró y sonrió...
No es posible
explicar... ¿Para qué? La trascendencia queda revelada en la pureza y en la
sonrisa de un pequeño. Cuando la percibes, en verdad, no es necesario que
vuelvas a preguntarte nada. La sonrisa... no pide nada, ni puede retribuirte
nada. Allí está escondido el “camino del bosque.”
Ve, pues, simplemente
ve y en silencio. Y despierta a las aspiraciones
de tu corazón. ¡Magnífica pregunta asoma en el horizonte!
Tú vivirás las aspiraciones de tu corazón. Aquello
eres tu mismo: el respiro del SOPLO y
el deseo profundo sembrado en tu alma... Eres ese Rayo de Luz que brota del
Corazón de Dios.
Y, sin
embargo, todavía voy penando por esos caminos... ¿Qué ocurre? ¿Estoy tan lejos?
¿Sigo dando vueltas y vueltas sin aproximarme? Porque a veces creo errar tanto
que no sé hacia dónde voy...,
Pero, te acercas. Te acercas y llegas una y otra vez cuando
sabes que sigues, cuando sabes que lloras, cuando –a pesar de todo- ni aquí ni
allí te quedas...
¿Todo es
Misterio? ¿Por qué tanta fatiga? Calla, calla y no pienses ya. Deja esa razón
tranquila en su casa y apacigua el ego y los pensamientos que te ahogan lejos
de tu casa.
Alberto E. Justo
vano es abusar de la palabra
Se percibe, a veces
lejano, el eco de la tempestad. Pero también es frecuente, y muy frecuente,
hallarse en medio o debajo de ella, padeciendo efectos que no son agradables.
En suma, los
vecinos hablan demasiado y la palabra sin el ámbito del silencio produce hondas
heridas y diversos males... Es el “signo” de la “hora”, de la terrible hora,
que sacude su rigor cuando menos lo aguardamos.
“La palabra
manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción.” Entonces como hoja
afilada deja trazado su paso sangrante... o provoca la enfermedad o la
muerte...
¡Cuánto gana el
hombre callando! ¡Cuánto mal ahorra a próximos y extraños!
Términos y vocablos
arrojados donde no se sabe y de cualquier manera. La palabra es el más noble de
los signos que tiene el hombre, pero puede convertirse, envilecida, en el peor
de todos.
Cuando oigas
despropósitos o errores, cuando lleguen esas tristes risotadas que agitan el
aire por todos lados: calla tú, serenamente, en la percepción de tus sentidos. Déjalos
en vacación y en paz. Cuando atendemos demasiado gritamos y nos agitamos en la
misma medida que escuchamos.
El ruido
desacompasado no dice nada. Es pura vaciedad y molestia. Entonces: nada. Que el
Señor conoce el corazón y está en las entrañas. Si el dolor quiere asaltarnos
sepamos sumergirnos en la laguna de la paz, con la clara convicción de que no
somos “eso” que tanto hiere...
Alberto E. Justo
martes, 25 de junio de 2013
"puerta estrecha": camino pequeño y escondido...
La “estrecha puerta”
es la “pequeña” senda que no es fácil encontrar inmediatamente. Porque –lo sabemos
muy bien- el “tesoro” está “escondido” en el campo...
El camino, en
realidad, es pequeño y silencioso. No hace ruido para seducirnos. Al contrario,
nos llama siempre, primero, a la soledad. Y la soledad es precisamente eso:
secreto. ¡Ah, el secreto que sólo el Padre conoce en nuestra inefable
profundidad!
No haya reparos ni
desconsuelos. Arrepintámonos de nuestros errores y pecados y vayamos
confiadamente. Ahora es el momento de atender, de escuchar, más allá y más
adentro –íntimamente- la delicadísima voz que nos despierta.
Permanezcamos en la
Fuente, en nuestro Origen y Nacimiento. Nada ni nadie nos puede apartar... Y
como nunca se está menos solo que cuando se está solo, aceptemos con gozo el
llamado de Dios.
Alberto E. Justo
lunes, 24 de junio de 2013
vive de la Presencia de Dios
Es hora de atender...
Quisiéramos ubicarnos donde más nos corresponda, hallar, en suma, aquel centro,
que todo explica y a todo da sentido.
Es entonces cuando nos damos acabada cuenta de que a cada
momento hemos de retornar a casa. Sí, a casa, a nuestra casa; que es lo mismo
que decir: a casa de nuestro Padre. Nada hay tan nuestro, nada tan familiar,
nada tan invitante, nada que nos regale mayor consuelo...
Sabemos que nuestros pasos nos conducen rápidamente, en la
misma medida de nuestro querer y deseo. Porque la invitación está abierta, las
fuerzas también a nuestra disposición. Descubriremos enseguida el camino: nunca
es lejos.
Siéntate aquí no más. No te arrojes. Quédate derecho... Y
calla. Eso mismo, viajas sin decir palabra. Es porque has de escuchar mucho tal
vez. Pero, ahora, calla simplemente.
Respira hondo y goza del silencio que se te brinda y que
asciende desde tu interior. No es una... ausencia. Al contrario. El silencio
que llevas y que se te dio un día es plenitud.
No dejes que nada, ni nadie te perturbe. Intenta, una y otra
vez, callar voces y fantasmas. Pero tampoco te quedes en ello. Avanza como
sumergiéndote en donde no sabes. Ahora, escucha. Ese silencio, que parece vacío
y nada, es, de alguna manera, ocasión y lugar.
Es pleno. El Señor te ha llevado al desierto para hablar a tu corazón.
Preguntarás: ¿qué hacer ante esas interrupciones o
agresiones del mundo que, al acecho, aguardan el momento preciso para cortar tu
oración?
Pues nada. Lo mismo que haces
cuando se desencadenan las tempestades, cuando golpean las tentaciones o cuando
la impertinencia o el desorden se manifiestan aquí o allí. Esas apariciones no
pueden quitarte ni el silencio ni la paz, porque ese silencio y esa paz son de
Cristo-Jesús y nada ni nadie puede apartarnos del Amor de Dios revelado en
Jesucristo.
Prosigue y abre tu corazón. Permanece, permanece. Vela, con
Él, una hora. Es decir, siempre.
El camino es silencio. No consideres que, por ello, sigues a
tientas. Continúa. Simplemente.
Si eres perseverante, a pesar de las dificultades o de los
detenimientos, comprobarás en tu corazón la hondura del silencio. Recuerda, de
“un” silencio que ha ascendido desde donde no puedes enterarte bien, pero del
cual ya tienes suficiente noticia.
Has descubierto la paz en la confianza de que allí, en ese
instante, ya no eres tú quien obra, sino Aquél a quien has abierto las puertas
del corazón.
Silencio y Presencia. Una sola realidad para ti ahora. No
puedes prescindir de la Presencia. Estás
en ella. Ahora, esta Presencia inefable, causa y garantiza el silencio y lo
sostiene como su lenguaje para ti.
Ya
no dudes. Él está aquí... No es necesario esforzarse, ni embarcarse en otro
camino que no sea la simplicidad o la conciencia de la inmediatez, que no se
define.
Goza pues de la Presencia...
Ya dirás, con los santos, no
digo nada, lo amo...
Pero permanece, sin duda, el interrogante acerca de “quién
soy.” ¿Por qué no? Esta pregunta requiere atención para lograr subrayar lo que
habitualmente soslayamos. Es curioso, pero es así.
Algunos desean ardientemente el “anonimato”, otros procuran
dejar un sello indeleble en las jornadas de la historia que pasan y pasan...
Pero no está allí esa “identidad” profunda, ese “nombre” que
todos queremos rescatar de la sombra y del olvido.
Alberto E. Justo
sábado, 22 de junio de 2013
vivamos lo que no vemos
No intentes repetir
ni copiar... Simplemente siguiendo el camino abraza lo que no entiendes y lo
que no puedes abarcar.
Y, más hondo todavía,
acepta el Misterio de Cristo en tu corazón. Acepta esa “realidad” que es tuya.
Jamás se tratará de adoptar un “método” lejano o un “estilo” de vida. El
Misterio de Cristo es “nuestra” misma vida. Sin más, sin consideraciones ni
laberintos de ninguna especie.
“No te maravilles
de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y
oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo nacido del
Espíritu.” (Jn. 3, 7-8).
Si nacemos de lo
alto comenzamos a vivir lo que no vemos. Este “oír el viento” es vida
verdadera, como la Gracia es incoación de la Gloria.
Alberto E. Justo
martes, 18 de junio de 2013
alégrate en tu secreto
Atiende...
Inclínate sin temor a la voz
profunda...
¿De dónde viene, de dónde
procede?
¿Es sólo silencio?
¡Voz que es silencio, silencio
que es voz!
Deseo atender para ser seducido...
Pero esa voz ¿es nada más que
deseo mío?
¿Qué es el “deseo” que no se
expresa?
No encuentro palabra ni canto
en el oscuro subsuelo que imagino.
Es hora de pasar más allá...
En el “aquí” sombrío ya no se
ven estrellas.
Sólo el Cielo encapotado
desvela la tempestad.
¿Aguardar?
Nada. Todo llega, todo ha llegado...
¿Cuándo?
Siempre...
Y nada más.
Sigo... Confiando en lo que no veo,
sigo sabiendo que todo ya
está.
Alberto E. Justo
lunes, 17 de junio de 2013
en la senda más alta del espíritu
Grande es el temor
que al fracaso o a la adversidad nos asalta... Y grande ha de ser nuestra
compasión y nuestro dolor cuando la contrariedad parece triunfar en la vida o
cuando los hermanos sufren y padecen en las mil “derrotas” de este mundo.
¿Hay otras maneras
de expresarlo? Desde luego. Lo que nos interesa es la transparencia y la sinceridad
en las pruebas. La “severidad” de ciertas horas es innegable...
Pero podemos
proponer una meditación que nos invite a una “elevación”, más allá y más a lo
alto de tantas situaciones “intolerables.”
Porque en el orden
del “espíritu” no existe la contrariedad. El Señor nunca nos niega su Presencia
y ante Él no hemos de fingir nunca y estar prontos a confiar siempre.
Lo que no se logra
en este mundo (por decirlo así) se encuentra en el Misterio de Cristo-Jesús
participado por gracia en nosotros. Y es tal y tan inmenso el don de Dios que
todos podemos hallar ese “espacio”, ese “lugar” que Él ya nos prepara y dispone...
Y no falla, desde luego.
Es posible que no
logremos un mínimo aceptable en los ambientes que habitamos y en esa historia
de todos los días, que no juzgamos con benevolencia, precisamente cuando
creemos tropezar y caer en mil circunstancias...
Pero es seguro que
el Señor ase y levanta nuestro corazón habitándolo y aún dándonos el Suyo como
nuestro. Esta inefable “comunicación” ha de ser asumida y aceptada, en silencio
y en confianza.
Aquél que vino a los
suyos y éstos no lo recibieron jamás nos rechazará ni nos negará su amor
infinito.
Alberto E. Justo
domingo, 16 de junio de 2013
sin ser notados
Cuando faltan
argumentos es que... ¡hay demasiados! La abundancia excesiva de “cosas” y de “cuestiones”
acaba por trabar los caminos y dejarnos inmóviles. Arte valiosa es ahondar la
mejor senda y hallar en sus grados lo que no se encuentra en la multiplicidad o
en la confusión.
Otro tanto ocurre
con lo que llamamos “actividad”, esa obsesión por hacer esto o aquello, que
termina por dejar todo postrado y sin los resultados apetecidos.
En suma, no es
bueno dispersarse y tener por fecundo lo que nunca acontece. ¡Cuántas veces nos
lamentamos por no alcanzar esos objetivos o aquellos otros resultados! ¡Y cuánto
nos equivocamos cuando generamos una “preocupación” tras otra para darnos la
sensación de que... “hacemos algo”, de que estamos... al día y a la hora!
Deja que aquél vehículo
se vaya, no lo corras... Esfuérzate por aprender la quietud y alégrate si has
de “aguardar” un poco más. Esos espacios son riquísimos para meditar, para
orar, para caminar, para vivir.
El “culto” de la “oportunidad”
no es “absoluto”. Hay oportunidades, muchas desde luego, pero podemos con fruto
dejar algunas.
En el fondo está el
diablillo de la “competencia” que tanto molesta a veces, empujando sin ton ni
son para que nos tengamos por “mejores”.
La superficie
esconde siempre la hondura. Es urgente romper caparazones y penetrar más
adentro ¡aunque no nos vea nadie! Y esto es lo mejor: andar sin ser notado. Sin
presunción alguna, en silencio.
Alberto E. Justo
viernes, 14 de junio de 2013
¿Sabemos que el Espíritu ora en nosotros?
Aunque nada sientas
ni percibas: ten siempre esta máxima: “Si sabes lo que sabes es porque ya estás.”
¿Qué es “saber”?
Aquí digo esto: “conocer desde dentro”. Y ¿qué es “conocer desde dentro”?
Cuando conoces en
verdad lo que “no se siente” ni puede “sentirse” en modo alguno. Cuando has
pasado “más allá” (o más aquí) de los sentidos o de cualquier información (o lo
que sea).
Cuando el espíritu “concibe”
lo que no se aferra, cuando una indescriptible armonía “acuerda” y unifica
acontecimientos del pasado y del presente (por decirlo así): tu vida.
Cuando no puedes no
estar dentro del misterio que te excede. Cuando sabes que tu espíritu es todo él
en Dios... Has sido “transportado”... ¿Qué es esto?
Con los últimos
pasos se derrumbaron los escalones y los puentes que juzgábamos
indefectiblemente tendidos. Nada ya de eso. Llega la hora esencial.
Has visto... Dios
no está lejos. Él es infinitamente más que cualquier nombre. No hay modo. Es en
esa intimidad, de la que no puedes hablar, donde lo hallas y te halla.
Cuando hallas, el
Señor te encuentra y viene cada vez de un modo nuevo, inefable, indefinible.
El alma, en su
cima, se abre sin horizontes que la limiten. Descúbrese el corazón en su mismo
centro, que es Dios. No, no busques fuera o lejos. Aquí, aquí mismo es. Y nada
se repite. Jamás podrás hacer doctrina o diccionario de lo que se renueva en
plenitud a cada instante.
No esperabas que el
Señor llamara así a tu puerta... Precisamente a esa puerta, la menos “sospechada”,
por donde menos podía aguardarse... lo mayor.
Mira como se
custodian secretos y melodías en tu corazón, que hacen ahora de cortejo
admirable... Los telones caen, los tendales se derrumban. No están las vallas
que limitaban y multiplicaban distancias ausentes.
¿Orar en verdad? El
Espíritu ora en nosotros. Deja que el Espíritu ore. El secreto está allí...
Alberto E. Justo
la adversidad señala que se nos aguarda "más allá"
Pasan las horas y
las preguntas se suceden... Pero ¿para qué preguntar? ¿No sabemos acaso cuál es
la primera y definitiva respuesta?
No es este presente
descompuesto el fin de nuestra vida. El Fin es Dios y Dios es la Realidad...
Percibimos con
claridad rumores e intentos indeseables cuyos ecos se filtran a través de
espacios y distancias... ¿Qué peso, qué consecuencia tiene todo eso que “apenas”
es?
El peregrino debe
armarse cada día de valor en su propio “santuario”, en su corazón. No ha sido
llamado a “triunfar” en los acontecimientos pasajeros de este mundo y sí a
seguir al Salvador en su aparente fracaso.
La comprobación
acerca del escaso éxito de su labor no ha de turbarlo ni detener sus pasos.
La paz y la quietud
no consisten en dejar de luchar. Al contrario, se trata de “luchar abandonado”,
abandonado con confianza, sin angustia por ningún resultado.
La “lucha” es ante
todo espiritual y por ello la descubrimos desconcertante, fuera de las
expectativas habituales y, a veces, bastante lejos de ellas.
El enemigo ataca
sin pausa. Su pretensión es derribar o, por lo menos, entorpecer y frustrar. Imprimir
en las víctimas la sensación de inutilidad y de derrota.
Pero no le
pertenece “nuestra” derrota. La victoria es siempre más alta y es de Dios. Nuestra
aparente (insisto en esto de “aparente”) derrota se TRANSFIGURA en un triunfo
trascendente que se da más allá...
¡Cuántos rostros,
cuántas figuras se multiplican al paso de las horas y nos conducen, de un modo
o de otro, más allá!
Alberto E. Justo
jueves, 13 de junio de 2013
¿Hay alguna "protección" que no venga de Dios?
Y, sin embargo,
sufrimos por lo que vemos y por lo que oímos... ¿Por qué? Sin duda porque
aguardábamos otra cosa, otras respuestas de los que están más cerca... De lejos
es poco lo que llega en realidad. Lo que hiere es lo que está más cerca. ¿Cabe alguna
solución ante lo que es “incambiable” o queda fuera de nuestras posibilidades
de respuesta?
La pregunta y la
cuestión son apasionantes, porque de ello depende nuestro camino, nuestro
andar, en los tiempos que corren.
Se dice que las
horas que nos envuelven son de decadencia y sólo topamos con vaciedades. Prefiérese
la mediocridad y lo más vulgar es lo que posee mayor fuerza y vigor. Parece que
se buscan los niveles más bajos, quizá para no molestarse con exceso o,
simplemente, por reacción o por miedo. La opción por lo más “barato”, en
cualquier orden, lleva el éxito y nadie vacila en la elección. Es la presentación
de lo decente y, tal vez, de lo posible: -me costó poco...
Pero una conducta
que de tal modo, sin discernimiento muchas veces, tira hacia abajo tiene otras
consecuencias: damos, de lo que tenemos, lo peor. Nadie se molesta en el bien
mayor para el otro. Sólo vale lo que cuesta poco.
Son los aires de la
acedia que hoy soplan con fuerza en el desierto. Esforzarse por hablar bien,
por ofrecer lo bello, por buscar el contenido profundo de las cosas... Todo eso
no vale la pena. La palabra suena envilecida y no puede transmitir su altura y
su nobleza. El resentimiento turba el “decir” de los conversadores que acaban,
carentes de fuerza, en charlatanería y nada más.
Nadie sospecha la
escasa calidad de los habladores en su empeño de ser atendidos, de mostrarse y
de “sonar”.
Nos hemos atrevido,
siguiendo a grandes maestros, a recomendar la aceptación de lo inaceptable. “La
paciencia todo lo alcanza”, decía la Madre Teresa. Pero así como es noble y
elevada la “atención” en las cosas del espíritu, así es recomendable la “desatención”
en lo que no es ni vale.
Oye, calla y ora.
Recibe esa Luz (que nunca es avara) y déjate alumbrar por lo que es y lo que
vale...
Y lo que vale, lo
que es, se manifiesta en el silencio y en una trascendencia que el hombre está
llamado a alcanzar.
El enemigo nos
tienta siempre a convertir las piedras en pan. Lo que sí es clarísimo es que la
piedra no puede ser engullida como... pan. Por eso no hay otra respuesta: lo
que es, lo que cuenta, no son los caprichosos intermediarios o recursos del “ego”,
sino “toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Alberto E. Justo
miércoles, 12 de junio de 2013
¿perder o ganar?
¿Perder o ganar?
Semejante alternativa nunca ha de ser la del peregrino en la vida espiritual. Por
el contrario, los caminos son otros y acabaremos
por arribar, las más de las veces, a afirmar que quien pierde gana y quien gana
pierde. A afirmarlo porque lo hemos experimentado así...
Pero es preciso
detenerse en una consideración más profunda: nuestra vocación lleva a un
horizonte de transfiguración y de resurrección que poco o nada tiene que ver
con las opciones de este mundo.
Para SER hay que
dejar de ser... Y dejar porque... “nos dejan”. No somos nosotros los que “dejamos”
por elegir esto o aquello. El que ES nos eleva en sus propias alas y nos
levanta hasta su Corazón... Ahora bien, esta “elevación” inaudita comporta un
misterioso “descenso”, que nadie puede describir ni explicarse.
Es mejor dirigirse
a Dios “directamente”... No hablar de Él (en tercera persona) sino hablarle a Él
porque es Él quien primero y siempre nos habla. Y nos dice: ¡VEN! Y nos dice, y
nos repite: -Ven a casa y deja lo que no nos pertenece... Tú, sígueme...
¡Tantas veces
parece que... perdemos! Pero no perdemos nada, ganamos todo.
Dejemos, pues, imágenes
“porfiadas” y antojos menudos. Siempre creemos que Él nos restaurará éste o aquél
reino. Siempre detrás de figuras que no son tales...
En todo “abandono”
el Señor nos repite: “hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
Alberto E. Justo
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