miércoles, 4 de diciembre de 2013

el "otro lado"

Tenemos delante un hermoso tapiz... Pero siempre estamos "del otro lado", es decir que vemos el tejido que apenas deja adivinar algo del dibujo...
El "lado" que vemos es "ocasión" del otro. Está allí para ser superado o trascendido en la contemplación del "derecho" (digámoslo así).
Lo mismo ocurre  en los días que se suceden, en estas horas que, tantas veces, juzgamos carentes de sentido... Y, en realidad, es así porque no lo poseen por sí mismas y por sí mismas no significan nada.
Con frecuencia nos atamos y nos "estancamos" en lo que vemos, u oímos o padecemos... Y otorgamos a la hora, a la cronología cotidiana, un valor del cual carece.
Ocasión de "otra cosa". Es preciso trascender el tiempo y el espacio, aprovechando la circunstancia o la imagen demasiado visible o sonora para ir más allá.
Es el momento de "brincar" sobre lo que aparece para levantarnos por encima... Es que... hay Quien nos levanta, porque es Él y sólo Él, en quien "somos, nos movemos y existimos."

Alberto E. Justo


sábado, 2 de noviembre de 2013

Amanecer

La vida no ha de ser definida. La recibimos y la redescubrimos en diversos niveles, sin apresuramiento y sin tensión.
La Aurora verdadera no se declama, ni se impone. Simplemente llega y nos envuelve en el encanto de su luz, en su aire, en su respiro. ¡Cuánto nos equivocamos al... "forzar"!
El soplo de la mañana y de la vida: es pureza, no reclama. Simplemente es ahí.
Llevamos horas navegando por un lago silencioso, próximos a una costa boscosa y acercándonos a esa isla en cuya soledad se oculta una pequeña ermita. Si nos apresuramos se aleja, si nos dejamos conducir por la mansa corriente, se acerca...
Porque es muy bueno contemplar y gozar, en la primera mañana, el regalo divino de la paz.

¿Y esto es compatible con los sacudones de una hora difícil, cuando el alarido y la hostilidad son formas habituales de expresión y de conducta?
Laguna y Aurora, Paz y Verdad están en el paisaje del alma y ésta no sabe de claudicaciones cuando se desprende de cuanto no le pertenece y se abandona en la Vida verdadera.

Alberto E. Justo


¿Prisionero en tu lugar?

No sabemos cuál es nuestro "lugar". En suma: no acertamos a descubrir dónde estamos... ¡Tantas preguntas acerca de los "valores", de las "cuestiones", de los problemas... ¿Hemos logrado nuestros deseos, alcanzaremos -alguna vez- nuestros propósitos? Preguntas y más preguntas que fatigan y no aportan respuestas...
¡Pero es tan simple y tan directo! Quizá por ello resistamos a abandonarnos en lo más fecundo...
¡Estamos donde "somos"!
Aguardamos añadir migajas a la hondura del ser. Distraídos por esto o por aquello, detenidos en horarios, reglamentos y porfías, apartamos la mirada y nos perdemos en infinitos vericuetos sin razón y sin salida.
¡Si hubiéramos sospechado entonces!... Pero esto es un engaño. Este "pensamiento" carece de sentido... Es urgente afirmar con valor y conciencia:
Hoy es hoy y nuestra vida es "ya". Ahora mismo recibimos el don inefable y , también ahora, sabemos que participamos del Ser y que todo lo tenemos en "Aquél que nos conforta."
Volvamos una vez más a "casa". No nos dejemos atrapar en las espinas de las sendas inciertas... El Secreto está celado en la Presencia que nos eleva y nos transforma...

Alberto E. Justo


lunes, 14 de octubre de 2013

viniendo para aquí, más allá irás siempre

Paisaje infinito es el alma espiritual... ¡Lo más profundo, lo íntimo en verdad, no sabe de fronteras porque siempre se abre más. Peregrino es el hombre que descubre la "hondura". Siempre ha estado en el mismo lugar y sólo hoy acaba por darse cuenta, por intuir lo que hasta ayer no veía.
Ábrese el espíritu en los ojos de Dios, en su Corazón, en su Misterio. Porque sólo Aquél nos conoce, y hasta esta palabra parece corta e insuficiente...
No escapemos ni desesperemos jamás. "Todo" está "demasiado cerca".
Retoma el cayado y torna sin cesar a casa... Medita y ora sin cesar.

Alberto E. Justo


martes, 8 de octubre de 2013

volver incesantemente a la realidad profunda...

Es una constante conversión... ¡Son tantas las "cosas" que nos distraen, que pretenden arrebatarnos nuestro bien!
Sin embargo, en la misma medida en que adherimos a la verdad profunda, a nuestra vida interior, podemos liberarnos de lo que quiere apartarnos o alejarnos.
Parece que la "calamidad" es más fuerte, pero no, es mucho más débil... En suma depende de la perseverancia de nuestra adhesión...
Es claro que lo más hondo, lo más interior y viviente, no requiere diplomas, ni preparaciones, ni estructuras. Requiere la apertura del corazón a su paisaje infinito, al Ser y a la vida que recibimos incesantemente como don.
Estamos donde en verdad somos... Aunque los datos sean escasos, aunque todo parezca lejos. Hay un gran misterio: lo que se manifiesta lejano es lo más próximo y lo que está aparentemente aquí no más, es lo que permanentemente se va y acaba. Lo que hace ruido pierde su sonido (antes o después) lo que calla, el abismo del silencio, es noticia presente de Eternidad.

Alberto E. Justo

jueves, 3 de octubre de 2013

No temas

¡Inmenso regalo esta exhortación permanente del Señor! Abandono y confianza. Plegaria y Paz.

Alberto E. Justo

lo íntimo

El Señor nos ha dicho que atesoremos en el Cielo, donde la polilla no corroe y donde nadie puede arrebatarnos nada... Esto se entiende, en primer lugar, de los trabajos y de los méritos en orden a la vida eterna... Pero aquí nos vamos a permitir extender esta enseñanza, esta exhortación divina, a los bienes espirituales recibidos en nuestra vida y peregrinación cotidianas: guardemos en la hondura del alma, esto es: atendamos y apreciemos en la hondura del alma todos nuestros tesoros, como anticipo y cumplimiento del presente, del "ya"de la Eternidad.
Oración, meditación, estudio, experiencias y dones de lo alto han de guardarse, antes que nada, en el secreto íntimo del alma espiritual. En el mismo Espíritu que nos inhabita y donde nunca se perderán. No podemos imaginar el tesoro de lo "íntimo" que solamente Dios conoce, y que es una realidad inmensa... Se trata, desde luego, de ese "gozo" inefable de la Verdad, de Su presencia, y también del "dolor", del "padecimiento" que, tantas veces, no acertamos a comprender, pero que ilumina más alto y nos eleva en Dios mismo.
Quizá no podamos describir ni definir... Tampoco nos interesa. Cuando se abre la inmensidad, en el misterio del Ser, las descripciones están de más, pero es cierto y verdadero que hemos trascendido los límites... sobre "toda criatura levantados" como decía San Juan de la Cruz.
Hemos entrado en el "paisaje infinito."

Alberto E. Justo

lunes, 30 de septiembre de 2013

Seguir de camino

No hay oposición entre el viaje del peregrino y la actual vivencia del "momento presente", del instante, de la hondura, de lo íntimo y secreto con el Padre.
Puede seguirse éste derrotero de hoy (o el que fuera) sin perder la quietud y la paz de un presente siempre renovado. La oración es, antes que nada, "atención", disposición y apertura. Esto lo sabemos y no lo perderemos por nada del mundo.
Pero tantas veces "dudamos". No sé qué fatiga o dispersión nos aparta de la realidad profunda y nos deja sin ánimo... Esto, sobre todo, es un error. Porque nadie nos puede arrebatar el Bien que nos es dado y mucho menos ¡mucho menos! a Dios que viene, que llega, que nace...
No hemos de olvidar nuestra constante consideración y atención a la Realidad, al Nacimiento de Dios en el alma, que no causamos, desde luego, nosotros; sino que Aquél, que nos ama con predilección, adviene más allá de nuestras distracciones y torpezas...
Cuando vamos de camino sabemos muy bien cuál es la realidad profunda que hace nuestra vida más alta, cuál es, en suma, la Vida que nos eleva...

Alberto E. Justo

jueves, 26 de septiembre de 2013

Silencio y Presencia

Es frecuente que, en determinados momentos, nos encontremos "abandonados" en un "silencio" sin respuestas... Porque, es frecuente también, que las preguntas y los reclamos se sucedan con particular exigencia en las horas de todos los días...
Es entonces cuando sentimos no sé qué vacío, no sé qué gusto a cosa "no realizada" o quizá incompleta, muy distinta de cuanto deseábamos...
Y, sin embargo, despierta, como la aurora, en aquellos instantes, esa fecundidad que nunca acertaremos a medir... ¡Dios nunca calla! aunque así nos parezca tantas veces.
Sí, tengamos presente, no lo olvidemos, el silencio aquí es densidad, promesa y cumplimiento, noticia insospechada... ¡Sí, en verdad HAY Alguien! Y se manifiesta en modo siempre nuevo. El silencio Es MODO NUEVO, ya que permite y abre todas las puertas a lo esencial.
Nunca descuidemos la confianza, ni olvidemos que lo cierto, lo más cierto y firme, no dispone de sistemas, ni de modas, ni siquiera de "estilos" predeterminados.
Aunque el medio sea tan pobre, aunque el papel se quiebre, aunque el tiempo lo deteriore... Resuena siempre inefable la Única Palabra: "Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado Hoy."

Alberto E. Justo

lunes, 23 de septiembre de 2013

¿espiritualidad?

Esta palabra es usada hoy por hoy en los más diversos sentidos. Hasta hay un abuso de ella. Será conveniente trazar alguna frontera para acertar lo que intentamos...
Si "espiritualidad" comporta una suerte de estilo de vida, propio, tal vez, de alguna institución o de un "movimiento" o de cosas similares, debemos afirmar que no se trata precisamente de "espiritualidad de la vida cristiana" en el sentido en que hemos de entenderla con cierta propiedad.
Nos referimos aquí a la vida "mística" cuyo carácter esencial es la unión con Dios y la experiencia directa de Su presencia. Y en esto hemos de afirmar sin duda que sólo hay UNA. Que no depende de instituciones ni de sectores, porque lo más alto no puede quedar determinado por instancias inferiores...
Los fundadores de Órdenes religiosas, por ejemplo, -nos decía el Cardenal Spidlik- no han sido "ideólogos" sino "padres", y un padre sabe muy bien que puede tener un hijo diferente... En efecto, cerrar filas en un "modo" determinado de vida más se aproxima a la "ideología" que a la "paternidad" espiritual. Ésta es lugar de libertad y de universalidad. Hay aquí una distancia análoga a la que existe entre el "hermano" y el "conciudadano"...
Cuando hablamos de contemplación y de vida contemplativa no nos referimos a parcializaciones, ni siquiera a determinadas trayectorias históricas, sino a la vocación profunda y esencial que descubre todo aquél que es conquistado por el misterio y la hondura del Ser y de la interioridad.
Es una vocación, en suma: un llamado a vivir en el Secreto del Padre, y esto no tiene "después". No se da "para"... Digamos en el silencio  de una plegaria: "conversatio nostra in coelis est."

Alberto E. Justo

¿quienes son?

Grandes, grandes son los que han callado... Aquellos que hoy y siempre custodia el silencio. La historiografía consagra a los "gritones", que en gran parte son mediocres.
Las grandes gestas, ¿qué son, qué comportan?
El asombro ante el "vacío" del mundo mueve al silencio, a trascender necedades y lugares comunes...
Los héroes verdaderos son los hijos y moradores del Desierto...

Alberto E. Justo


jueves, 19 de septiembre de 2013

Aún más hondo...

Nos sorprenderá que nunca alcancemos medidas ni límites... La "profundidad" no tiene fin... El "camino" del alma nunca acaba... Pasarán los años y las distancias y nos "sentiremos" extraños porque nunca llegamos o porque nos parece que el "fin" se aleja cada vez más... Algo de esto es necesario meditar ahora cuando pretendemos tantos perfiles acabados y definiciones más que suficientes...
La "hora" se torna fecunda cuando cae y escapa a nuestras medidas... El espíritu supera los confines, el espíritu halla su centro, su sentido y su vida en sólo Dios.
No nos admiremos de esta inacabable senda, de esta peregrinación más allá de las fronteras. Dejemos que Dios nos lleve, que nos levante cuando y donde Él quiera... Porque es precisamente eso, eso mismo que no sospechamos, lo que nosotros queremos en nuestro corazón.

Alberto E. Justo


jueves, 22 de agosto de 2013

el camino continúa...

Tal vez tengamos el deseo (¿la tentación?) de pretender llegar a destino con gran rapidez... Me traevo a decir que, por estos parajes la condición de "peregrino" es ya un "fin". Quizá sea lo propio "seguir adelante" con confianza y perseverancia. Pero, el que se puso en movimiento, por fin, HACIA, ¿no llegó ya, de alguna manera?
Efectivamente, nada ganamos e el clima de impaciencia y sí arribamos en el ámbito de la paz y de la quietud. Esto es admirable y es, desde luego, una paradoja. Cuando juzgamos descansar en un término definitivo es cuando nos alejamos del fin. Cuando consideramos que aún hemos de andar nos aproximamos a la meta.
Abramos las puertas de la confianza y del "abandono". Seguramente hallaremos nuestro bien...

Alberto E. Justo

jueves, 8 de agosto de 2013

identidad

¿Has perdido tu “sentido” de “identidad”? Es esta una pregunta, tal vez, muy mal formulada... Algunos quizá la juzguen hasta “atrevida”... Y, sin embargo, la mantenemos a pesar de las dificultades.
         ¿Te percibes allí debajo, sin asidero, sin domicilio, sin hogar, sin un destino claro, en esta hora de confusión y de tormentas? ¿Dónde está tu “persona”, dónde tu “sí” profundo, dónde –en verdad- tú mismo?
         Las explicaciones y los sermones, las doctrinas y las propuestas son tantas ¡tantas! que ya no acertamos a distinguir en las brumas de los caminos: hay demasiada niebla en nuestros parajes... ¿No parece así? Quizá así lo padezcan algunos y bastaría que uno solo lo sufriera para que, en la oración y en la meditación, nos ocupáramos de ello. Pero, en realidad, a todos nos toca, de alguna manera.
         ¿Quién es el que sufre? ¿Quién sufre esta vez y con frecuencia? ¿Quién? Ciertamente no se trata de una institución, ni de estructura alguna. Son palabras insuficientes, pero no hay modo de prescindir de ellas.
         Padece este hombre... Este mismo, esta persona, este corazón... Quizá ha buscado ciudadanía o filiación no sé dónde, pero ahora su  desilusión es muy grande porque no ha hallado la respuesta ni el lugar ansiados.
         Y no es de extrañar, ya que no encontraremos nunca nuestro bien en cosas ni en relaciones perecederas. Forzamos por todos lados, insistimos y volvemos a comenzar, nos ilusionamos con matices o con noticias más o menos “mejores”, pero no hay nada que hacer, lo que es limitado es así limitado y no nos brinda lo que procuramos o lo que aguardamos en nuestra sed de absoluto.
         Arribamos a caer enfermos, a desesperar, porfiando sacar de un pozo seco el agua viva..., la única que puede apagar nuestra sed. La ilusión es terrible y se hace violenta y hasta mortal cuando cava en la tierra reseca y pretende de las cosas lo que estas no pueden dar.
         Nunca como hoy se ha dado con tal vigor la “crisis” de intermediarios. Se los ha querido como “fines” y se los ha convertido en un “infierno”.
         Ármate, pues, desde tu interioridad. Lo que cuenta es lo que en verdad eres, no de lo que te vistes o se te antoja que te cubre como si fuera tuyo...
         ¿Sabes quien será siempre modelo de “solitario”? Los Padres antiguos supieron verlo... Pues Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron...

         Alberto E. Justo



miércoles, 31 de julio de 2013

desasimiento y plenitud

Muchos son los parajes que atraviesa el peregrino. Quizá la mayoría no los imaginara nunca... ¿Quién puede sospechar tantos derroteros, aquí y allá?
         Pero hay un camino, camino único, que no podremos señalar jamás en las cartas geográficas, ni en los planos, ni en nuestra imaginación. Y por él venimos andando desde hace mucho tiempo, y no “cualquier” tiempo, al antojo del reloj o del almanaque.
         ¡Ah, profundidad inmensa! El “desasimiento” nos abre a lo inefable... No te aferres a lo que caerá mañana ni te dejes arrastrar por la porfía de este mundo. Es verdad que hace mucho ruido, pero el viento del desierto suele sacudir con mucha dureza. Trata de no tropezar ni caer, pero deja que sople y nada más.
         ¡No importa la zona que ahora atraviesas! Puede ser cualquiera, más  da... Déjala pasando sobre ella y más allá de ella. Déjala, trascendiendo los infinitos accidentes de la historia desde la hondura de tu corazón.
         Lo “infinito” está hacia adentro, no es extensión ni sabe de medidas. Sin medida y sin modo, decían antiguos maestros...
         Si “dejas”: amanece. Aguarda la Aurora que ya quiebra las sombras más densas de la noche. Si has aprendido, como las lechuzas, a ver en la noche oscura: fortalécete en la esperanza, que ya llega la hora.

         Alberto E. Justo


martes, 30 de julio de 2013

si aceptas el misterio ya "vas de vuelo"

El “monaquismo interiorizado”... ¡Tantas son las imágenes que la mejor tradición de vida nos entrega y señalan los caminos mayores y más fecundos!
         El monacato del “desierto interior”, una vocación propiamente eremítica, que consiste inicialmente en el descubrimiento de la “soledad” real de la persona. Es la conciencia de un estado profundo del alma, del corazón, del espíritu, que aparece “manifestado” en la vida monástica, sobre todo solitaria, a través de la historia.
         Pero no solamente... Es verdaderamente cierto que el “desasimiento” abre un horizonte inmenso... No cierra, no, de ninguna manera, al contrario: abre y eleva.

         ¿Es posible continuar el camino, ese mismo que trazaron los sueños y oculto sigue donde no lo vemos?
         -Continúas el camino en la misma medida en que lo creas, en la misma medida en que lo trazas aún cuando no lo veas...
         ¿Para qué quedar encerrados en esto o en aquello, si ya, aunque no lo veamos, vamos presto de vuelo?

         Alberto E. Justo


domingo, 28 de julio de 2013

llamado de Dios directo

El camino silencioso no sabe de agitaciones vanas... Porque el corazón recogido tiene ya su morada y ésta no se perderá jamás. ¿Por qué temer? Pero es verdad que ciertas conductas (a la moda de hoy o a la de siempre) conmueven y parecen impedir o perjudicar los pasos, nuestros pasos. Son los gritos y las amenazas... Pero esto es lo propio de los muy débiles. En efecto, el más débil amenaza porque más no puede...
         La labor del peregrino es superar las instancias falsas de las muchas cosas que oye, de todo cuanto grita, de todo el aparato que precisa la mentira para alcanzar sus objetivos y desarticulaciones...
         Tornar incesantemente al silencio, sabiendo que siempre estamos donde deseamos estar, aunque el mundo exterior nos quiera convencer de otra cosa. No son los cercanos, ni los lejanos, los que han de reclamar   nuestra atención. El Señor nos llama, sí, a cada uno, personalmente, directamente. Tengamos presente, sin olvido, esta palabra del Señor en el Evangelio de San Juan ante la pregunta de Pedro: -Señor ¿y éste qué? Y la respuesta que ilumina nuestras horas y congojas: -¿y si yo quiero que se quede hasta mi regreso, qué te importa? Tú SÍGUEME.
         En efecto, TÚ..., tú mismo, no aquel otro...

         Alberto E. Justo



lunes, 22 de julio de 2013

No dudes ni te apartes de tu camino...

¿Incomprensión? ¡Cuántas veces nos lamentamos por no ser “entendidos” o acogidos o, simplemente, bien recibidos. La primera y eficaz respuesta es: -no importa. En efecto, es preciso no vacilar y   afirmarse en la soledad o no-asistencia de los demás. Sobre todo cuando la prudencia nos ayuda y nos guía.
         Aprender a valorar esas decisiones que sabemos que hemos de tomar... Es verdad que hay, en esta hora, un ambiente muy denso de presiones de todo tipo, que asustan y desvían a los peregrinos, llevándolos por sendas perdidas...
         Pero aquí está el secreto de no apartarse del camino directo y no quedar en vana conversación por los lados, por esos “costados” que apartan y alejan de lo esencial.
         El viandante ha de adherir a lo “esencial”. En tal cosa consiste su salvación y su vida. Sobre todo en los tiempos en que tantos equivocan el camino por la porfía de desatenciones y distracciones sin sentido.

         Alberto E. Justo


¿Y la "sensibilidad", engañadora o maestra"?

¿Qué es la sensibilidad? ¿Qué queremos decir con ella, cuando hablamos o nos justificamos por lo que sea?
         La diferencia entre las “sensibilidades” es un hecho de gran importancia en el trato humano y es una “desigualdad” que, desde luego, debe ser respetada y tenida en cuenta en la vida espiritual.
         Nunca podrá lograrse una uniformidad ni tampoco “destruir” las características, digamos “personales”, en aras de un “ideal” abstracto o de un horizonte “ideológico” cualquiera. Por eso los caminos difieren y no todas las acciones poseen el mismo valor ni tienen el mismo eco, aunque el resultado parezca idéntico...
         Entramos, aquí también, en un ámbito de “misterio”, ya que el secreto de cada uno es siempre un abismo inabarcable... Se ha dicho: “no hay enfermedades sino enfermos”, y esto es verdad sobre todo cuando consideramos el valor profundo de “nuestras” cosas.
         ¿Sufren algunos más que otros? Esta respuesta pertenece a Dios, pero sabemos, sin hacer ni subrayar “medidas” que no conocemos, que la diferencia es un hecho y uno puede “sentir” el dolor con mayor severidad que otro...
         Ahora bien: ese dolor o sufrimiento “profundo” y “secreto” es de una fecundidad inimaginable, porque solamente tiene a Dios por testigo y únicamente Él conoce y es autor de su sentido.
         Es tema de meditación y de consuelo... No hay modo ni regla que pueda “sumergir” todo en lo mismo. Sepa el médico, sepa el confesor, el maestro, lo que una madre sabe por su instinto de madre: “ no puede tratar a todos sus hijos de la misma manera.”

         Alberto E. Justo


domingo, 21 de julio de 2013

busca el camino más alto: no tiene nombre

No aguardes tanto lo que aguardas... ¿Ilusiones? Tal vez; pero es  hora de pasar más allá y subir más arriba. Cuando todo “eso” no llega, seguramente ha de llegar otra cosa.
         ¡Cuánto tardamos en hallar nuestro bien! Nos preguntamos: “¿está por allí, está por aquí, en este o en aquel paraje?” Y, claro, en este sentido: no está en ninguna parte, porque buscamos, a veces con pasión, lo que no es real o lo que no es nuestra “armonía”.
         No hemos de apretujar “objetos” y aferrarlos para que no escapen, porque esos supuestos objetos ni están, ni son.
         Cada vez que cerramos una puerta juzgando que todo acaba allí y que “eso” es lo que cuenta: aprisionamos menudencias y antiguos o nuevos errores nuestros, ahogando la libertad de otros y mayores horizontes.
         Suelta la presa que no es lo que supones. Deja volando ese pájaro que se va lejos. No acapares. Descubre el silencio más allá de cualquier “objeto”.

         Alberto E. Justo


domingo, 14 de julio de 2013

palabras y gestos que hieren

Palabras que hieren, gestos que hieren... Existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que llegan a través de expresiones, de términos, de actitudes, de amenazas, de descuidos, de olvidos o negligencias.
         Más prontos a reconocer las agresiones de ruidos estridentes, de sonidos que no dejan dormir, de manifestaciones tumultuarias, de bombazos y mil cosas más, dejamos de lado esas otras, que en ámbitos reducidos pero asaz profundos sacuden las jornadas de los viandantes.
         Poco importa la “dimensión” del mensaje. Es su intensidad lo que cuenta. Podemos hacer tanto mal y ¡tanto bien! cuando valoramos la intención profunda de nuestros actos y de nuestras reacciones.
         Sin respeto y sin delicadeza el trato humano se degrada hasta perecer. Los caminos se trazan con la ascesis verdadera de una búsqueda superior: ascender en la adopción y práctica de virtudes humanas, de excelencia y de valor.
         No son los “dardos” vengativos, por lo general causados por el resentimiento, los que compensan en luchas y fatigas, sino la rápida renuncia a cualquier modelo de “poder”, que acaba en torpeza.
         La lucha victoriosa siempre es silenciosa y poco aparente. Sin estrépito, carente del propósito de lastimar o de fastidiar... Es el decoro de nuestros pasos, aunque nadie aplauda ni felicite...

         Alberto E. Justo



sábado, 13 de julio de 2013

A pesar de nuestra impotencia

¿Aceptar, así no más? Mil veces preguntamos y nos planteamos nuestra impotencia ante lo que nos suena difícil o injusto... Y acabamos meditaciones y reflexiones con un gesto de perplejidad, diciéndonos: -no puede ser...
         Y la ansiada respuesta o el sentido de lo que ocurre, con la solución deseada, escapa a nuestro alcance. ¿Entonces?
         Es urgente convencerse que la realidad no es lo que aparece “a primera vista”. Las dimensiones mayores de hechos y de acontecimientos quedan veladas o simplemente escondidas detrás de lo que vemos o sentimos... Quizá todo es figura o eco de lo que corre, como río caudaloso, en profundidad. O nada más que una señal o un “paso” que es preciso atravesar.
         Cuando sufrimos o padecemos algo inmediatamente buscamos al culpable o a la situación causante de nuestro dolor o de la contrariedad molesta. ¡Rápidamente estamos dispuestos a acusar a quien sea o lo que sea!
         Pareciera que hay más víctimas que victimarios... En suma, el enojo y el disgusto desplazan a la posible compasión...
         Pero quien padece puede descubrir que todo aquello que hiere será superado o, mejor, trascendido, cuando un “oriente” espiritual, un amanecer de resurrección y de vida se apodere de su corazón. Quizá cuando ese “corazón” se afirme en sí mismo, desasido y levantado por el Misterio que es su respiro.
         Andar por la tierra no me impide sino que me invita a contemplar el Cielo y a desearlo, anticipándolo hora tras hora, día tras día. Tal vez lo “negativo” sea una ocasión de lo “positivo”... Porque no hay “grande” sin “pequeño”, ni “victoria” sin “derrota”.
         ¡Ah! ¡Qué invitación, qué vocación ésta de “más allá”! ¡Magnífico desafío que precisa de magnanimidad y constancia!
         ¡Gocemos de la contemplación en la Resurrección de Aquél que nos ha enviado Su Espíritu, que es nuestra vida!

          Alberto E. Justo



viernes, 5 de julio de 2013

siempre nuevo en el corazón

Pasando la callada sombra de un sauce
Aguardábamos en la soledad perdida
Ese fruto siempre nuevo
Que nunca acabamos de alcanzar.

         Brisa suave, delicadeza,
Y nada, nada más…

         Dices: -quiero poseer esa brisa, quiero alcanzar…
Lo inalcanzable. Eso que pierdo, eso que me parece cercano…


         Te propongo esto… Vuelve, poco a poco, a tu corazón. Desde luego, inicialmente: calla. Con serenidad y paz huye de las consideraciones (de todas ellas) que, desde hace poco o desde hace mucho, te abruman o molestan. Déjalas de lado. Puedes decir dos cosas: o todas ellas te sirven para tu bien espiritual (incluidas las humillaciones y los fracasos) o de nada valen y no tienen peso alguno: no existen.
         Lo más probable es que tengan su sentido. Quizá enseñarte (con insistencia) a no temer. Tal vez, con mayor fuerza, a que compruebes que, a pesar de todas ellas, puedes y debes seguir tu camino. Lo que parece estrujar la libertad puede convertirse en el detonante de la conciencia para vencer a todos los enemigos de ella.
         Luego investiga acerca de un primer descenso, hacia adentro. Lo primero será valorar el don de Dios que eres tu mismo. Nada ni nadie te quita tu lugar en el Corazón del Señor. Si lo aceptas: te encuentras en Él. Así de simple.
         El Amor de Dios no se adquiere ni se compra. Has de aceptarlo. Vive estos instantes de meditación con suma sencillez. No es necesario que asistas a ninguna carrera, ni corrida, ni examen. Ni que acudas a recibir premios necios, ni que te veas rodeado de mirones impertinentes. Nadie te juzga, porque nadie puede juzgarte. Si alguien se entromete, déjalo pasar. Y nada más.
         Entonces: olvida. Porque lo más profundo no tiene figura para ti, sino silencio.
         Y pasa adelante. Acoge, descubre la sonrisa inefable entre la Madre y su Hijo, entre Jesús y María. Quédate allí (aquí) un instante. Alégrate… Piensa que nada ni nadie te aleja de esta maravilla, que es tu participación escondida en la soledad de tu ermita. En medio de tu santuario, en tu corazón.
         Haz silencio, no te agites ni procures cosa alguna… Déjate llevar por esa brisa que es amor inefable.
         Quizá algunos “pensamientos” acudan a perturbar precisamente en este momento. Pues nada, no te identifiques con ellos, sepárate… Entre  ellos hay aperturas, espacios, grietas… Vuélvete y pasa más allá y a través.  Sírvete de la puerta estrecha. Reposa…
         No aguardes esto o aquello. No te sorprendas de pensamientos nuevos, ni de situaciones o sucesos desagradables. No temas las tinieblas: allí está el Señor de camino. Silencia todas las voces impertinentes. Tú mismo puedes hacerlo en tu interior.
         Y abandónate.
         Firme en la Fe, no vaciles. ¿Qué o quién puede apartarnos del Amor de Dios?
         El Silencio en el corazón es densidad, es Presencia. Persevera y no temas.

         Alberto E. Justo




martes, 2 de julio de 2013

La morada verdadera está escondida

De nuevo en el bosque... ¿Por qué? ¿No hablamos también del Desierto y del Mar? Todas estas imágenes pueden convertirse. Quizá porque hay una sola que está más allá de todas y se asoma en múltiples manifestaciones, espejos lejanos de una realidad siempre mayor.
Ermita o claustro, cabaña o casa de castores... Hondura misteriosa que es, de algún modo, el “lugar”. En suma: montaña o estrella, todo indica y señala una suerte de “espacio” trascendente que es morada y que es profecía. Anuncio y presencia inmediata: sonoro y silencioso “YA”.
Vamos de camino y siempre llegamos. Es tan grande que no lo podemos diseñar. Pero en la “rosa que no tiene porque”, en el instante, ha brillado su luz. Esplendor que parece un relámpago que, al atravesar el cielo, nos abre el campo y el tesoro en él escondido...

         Alberto E. Justo


domingo, 30 de junio de 2013

permanece en tu morada: todo lo hallas allí

Nos hemos internado, en el bosque, más allá de todas las apariencias. Ante el ruido ensordecedor de la tarde, bañada de calor y de excesiva luz, de tensiones, de augurios y expectativas, logramos escapar más a lo hondo y descubrir el bosque amable y su silencio.

            Pero ¿quién se ha “internado” en el bosque? ¡Menuda cuestión! Porque no acabamos de asegurarnos que “ese” mundo ruidoso y clamoroso sea algo nuestro. Nada de ello nos pertenece y cada día nos descubrimos más lejos... Entonces: ¿quién se atreve a desafiar lo que no puede comprender?

            Entonces, entonces: CALLAR. ¿Qué es lo primero que encuentras en el bosque? Yo diría, así no más: Silencio. La pregunta se desliza entre árboles, pajarillos, flores, insectos viajeros, infinidad de plantas y signos admirables de vida... El bosque es una esplendorosa manifestación de vida. Pero es SILENCIO. Nada responde ni pretende responder a las inquisiciones habituales... Nada.

                  Venimos de “otro” (horrendo) nivel. Nuestras espaldas cargan terribles curiosidades e infinitas cuestiones. Nudos, nudos y más nudos. Que si esto, que si aquello. Bolsas de basura. ¡Hasta “reglamentos” que torturan nuestro cuerpo!

                  ¿Cómo llegamos al bosque? Pues caminábamos rápidamente, esquivando mil multitudes, temiendo caer aplastados por esos empujes sin razón ni dueño. Mujeres de cualquier perfil hablaban y hablaban en voz muy alta, profiriendo vocablos soeces. Prisas de todo tipo, quizá angustias veladas, dolorosas todas ellas... Hasta que cruzó un niño pequeño: miró y  sonrió... 

                  No es posible explicar... ¿Para qué? La trascendencia queda revelada en la pureza y en la sonrisa de un pequeño. Cuando la percibes, en verdad, no es necesario que vuelvas a preguntarte nada. La sonrisa... no pide nada, ni puede retribuirte nada. Allí está escondido el “camino del bosque.”

                  Ve, pues, simplemente ve y en silencio. Y despierta a las aspiraciones de tu corazón. ¡Magnífica pregunta asoma en el horizonte!

                  Tú vivirás las aspiraciones de tu corazón. Aquello eres tu mismo: el respiro del SOPLO y el deseo profundo sembrado en tu alma... Eres ese Rayo de Luz que brota del Corazón de Dios.

                  Y, sin embargo, todavía voy penando por esos caminos... ¿Qué ocurre? ¿Estoy tan lejos? ¿Sigo dando vueltas y vueltas sin aproximarme? Porque a veces creo errar tanto que no sé hacia dónde voy...,
         Pero, te acercas. Te acercas y llegas una y otra vez cuando sabes que sigues, cuando sabes que lloras, cuando –a pesar de todo- ni aquí ni allí te quedas...

                  ¿Todo es Misterio? ¿Por qué tanta fatiga? Calla, calla y no pienses ya. Deja esa razón tranquila en su casa y apacigua el ego y los pensamientos que te ahogan lejos de tu casa.


               Alberto E. Justo


vano es abusar de la palabra

Se percibe, a veces lejano, el eco de la tempestad. Pero también es frecuente, y muy frecuente, hallarse en medio o debajo de ella, padeciendo efectos que no son agradables.
En suma, los vecinos hablan demasiado y la palabra sin el ámbito del silencio produce hondas heridas y diversos males... Es el “signo” de la “hora”, de la terrible hora, que sacude su rigor cuando menos lo aguardamos.
“La palabra manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción.” Entonces como hoja afilada deja trazado su paso sangrante... o provoca la enfermedad o la muerte...
¡Cuánto gana el hombre callando! ¡Cuánto mal ahorra a próximos y extraños!
Términos y vocablos arrojados donde no se sabe y de cualquier manera. La palabra es el más noble de los signos que tiene el hombre, pero puede convertirse, envilecida, en el peor de todos.
Cuando oigas despropósitos o errores, cuando lleguen esas tristes risotadas que agitan el aire por todos lados: calla tú, serenamente, en la percepción de tus sentidos. Déjalos en vacación y en paz. Cuando atendemos demasiado gritamos y nos agitamos en la misma medida que escuchamos.
El ruido desacompasado no dice nada. Es pura vaciedad y molestia. Entonces: nada. Que el Señor conoce el corazón y está en las entrañas. Si el dolor quiere asaltarnos sepamos sumergirnos en la laguna de la paz, con la clara convicción de que no somos “eso” que tanto hiere...

Alberto E. Justo


martes, 25 de junio de 2013

"puerta estrecha": camino pequeño y escondido...

La “estrecha puerta” es la “pequeña” senda que no es fácil encontrar inmediatamente. Porque –lo sabemos muy bien- el “tesoro” está “escondido” en el campo...
El camino, en realidad, es pequeño y silencioso. No hace ruido para seducirnos. Al contrario, nos llama siempre, primero, a la soledad. Y la soledad es precisamente eso: secreto. ¡Ah, el secreto que sólo el Padre conoce en nuestra inefable profundidad!
No haya reparos ni desconsuelos. Arrepintámonos de nuestros errores y pecados y vayamos confiadamente. Ahora es el momento de atender, de escuchar, más allá y más adentro –íntimamente- la delicadísima voz que nos despierta.
Permanezcamos en la Fuente, en nuestro Origen y Nacimiento. Nada ni nadie nos puede apartar... Y como nunca se está menos solo que cuando se está solo, aceptemos con gozo el llamado de Dios.

Alberto E. Justo


lunes, 24 de junio de 2013

vive de la Presencia de Dios

Es hora de atender... Quisiéramos ubicarnos donde más nos corresponda, hallar, en suma, aquel centro, que todo explica y a todo da sentido.
         Es entonces cuando nos damos acabada cuenta de que a cada momento hemos de retornar a casa. Sí, a casa, a nuestra casa; que es lo mismo que decir: a casa de nuestro Padre. Nada hay tan nuestro, nada tan familiar, nada tan invitante, nada que nos regale mayor consuelo...
         Sabemos que nuestros pasos nos conducen rápidamente, en la misma medida de nuestro querer y deseo. Porque la invitación está abierta, las fuerzas también a nuestra disposición. Descubriremos enseguida el camino: nunca es lejos.
         Siéntate aquí no más. No te arrojes. Quédate derecho... Y calla. Eso mismo, viajas sin decir palabra. Es porque has de escuchar mucho tal vez. Pero, ahora, calla simplemente.
         Respira hondo y goza del silencio que se te brinda y que asciende desde tu interior. No es una... ausencia. Al contrario. El silencio que llevas y que se te dio un día es plenitud.
         No dejes que nada, ni nadie te perturbe. Intenta, una y otra vez, callar voces y fantasmas. Pero tampoco te quedes en ello. Avanza como sumergiéndote en donde no sabes. Ahora, escucha. Ese silencio, que parece vacío y nada, es, de alguna manera, ocasión y lugar. Es pleno. El Señor te ha llevado al desierto para hablar a tu corazón.

        
         Preguntarás: ¿qué hacer ante esas interrupciones o agresiones del mundo que, al acecho, aguardan el momento preciso para cortar tu oración?
Pues nada. Lo mismo que haces cuando se desencadenan las tempestades, cuando golpean las tentaciones o cuando la impertinencia o el desorden se manifiestan aquí o allí. Esas apariciones no pueden quitarte ni el silencio ni la paz, porque ese silencio y esa paz son de Cristo-Jesús y nada ni nadie puede apartarnos del Amor de Dios revelado en Jesucristo.

         Prosigue y abre tu corazón. Permanece, permanece. Vela, con Él, una hora. Es decir, siempre.
         El camino es silencio. No consideres que, por ello, sigues a tientas. Continúa. Simplemente.
         Si eres perseverante, a pesar de las dificultades o de los detenimientos, comprobarás en tu corazón la hondura del silencio. Recuerda, de “un” silencio que ha ascendido desde donde no puedes enterarte bien, pero del cual ya tienes suficiente noticia.
         Has descubierto la paz en la confianza de que allí, en ese instante, ya no eres tú quien obra, sino Aquél a quien has abierto las puertas del corazón.
         Silencio y Presencia. Una sola realidad para ti ahora. No puedes prescindir de la Presencia. Estás en ella. Ahora, esta Presencia inefable, causa y garantiza el silencio y lo sostiene como su lenguaje para ti.
         Ya no dudes. Él está aquí... No es necesario esforzarse, ni embarcarse en otro camino que no sea la simplicidad o la conciencia de la inmediatez, que no se define.
         Goza pues de la Presencia... Ya dirás, con los santos, no digo nada, lo amo...

         Pero permanece, sin duda, el interrogante acerca de “quién soy.” ¿Por qué no? Esta pregunta requiere atención para lograr subrayar lo que habitualmente soslayamos. Es curioso, pero es así.

         Algunos desean ardientemente el “anonimato”, otros procuran dejar un sello indeleble en las jornadas de la historia que pasan y pasan...

         Pero no está allí esa “identidad” profunda, ese “nombre” que todos queremos rescatar de la sombra y del olvido.

            Alberto E. Justo

sábado, 22 de junio de 2013

vivamos lo que no vemos

No intentes repetir ni copiar... Simplemente siguiendo el camino abraza lo que no entiendes y lo que no puedes abarcar.
Y, más hondo todavía, acepta el Misterio de Cristo en tu corazón. Acepta esa “realidad” que es tuya. Jamás se tratará de adoptar un “método” lejano o un “estilo” de vida. El Misterio de Cristo es “nuestra” misma vida. Sin más, sin consideraciones ni laberintos de ninguna especie.
“No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo nacido del Espíritu.” (Jn. 3, 7-8).
Si nacemos de lo alto comenzamos a vivir lo que no vemos. Este “oír el viento” es vida verdadera, como la Gracia es incoación de la Gloria.

Alberto E. Justo


martes, 18 de junio de 2013

alégrate en tu secreto

Atiende...
Inclínate sin temor a la voz profunda...
¿De dónde viene, de dónde procede?
¿Es sólo silencio?
¡Voz que es silencio, silencio que es voz!

         Deseo atender para ser seducido...
Pero esa voz ¿es nada más que deseo mío?
¿Qué es el “deseo” que no se expresa?
         No encuentro palabra ni canto
en el oscuro subsuelo que imagino.

         Es hora de pasar más allá...
En el “aquí” sombrío ya no se ven estrellas.
Sólo el Cielo encapotado desvela la tempestad.

         ¿Aguardar?
         Nada. Todo llega, todo ha llegado...
         ¿Cuándo?
         Siempre...
         Y nada más.

         Sigo... Confiando en lo que no veo,
sigo sabiendo que todo ya está.

         Alberto E. Justo






lunes, 17 de junio de 2013

en la senda más alta del espíritu

Grande es el temor que al fracaso o a la adversidad nos asalta... Y grande ha de ser nuestra compasión y nuestro dolor cuando la contrariedad parece triunfar en la vida o cuando los hermanos sufren y padecen en las mil “derrotas” de este mundo.
¿Hay otras maneras de expresarlo? Desde luego. Lo que nos interesa es la transparencia y la sinceridad en las pruebas. La “severidad” de ciertas horas es innegable...
Pero podemos proponer una meditación que nos invite a una “elevación”, más allá y más a lo alto de tantas situaciones “intolerables.”
Porque en el orden del “espíritu” no existe la contrariedad. El Señor nunca nos niega su Presencia y ante Él no hemos de fingir nunca y estar prontos a confiar siempre.
Lo que no se logra en este mundo (por decirlo así) se encuentra en el Misterio de Cristo-Jesús participado por gracia en nosotros. Y es tal y tan inmenso el don de Dios que todos podemos hallar ese “espacio”, ese “lugar” que Él ya nos prepara y dispone... Y no falla, desde luego.
Es posible que no logremos un mínimo aceptable en los ambientes que habitamos y en esa historia de todos los días, que no juzgamos con benevolencia, precisamente cuando creemos tropezar y caer en mil circunstancias...
Pero es seguro que el Señor ase y levanta nuestro corazón habitándolo y aún dándonos el Suyo como nuestro. Esta inefable “comunicación” ha de ser asumida y aceptada, en silencio y en confianza.
Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron jamás nos rechazará ni nos negará su amor infinito.

Alberto E. Justo



domingo, 16 de junio de 2013

sin ser notados

Cuando faltan argumentos es que... ¡hay demasiados! La abundancia excesiva de “cosas” y de “cuestiones” acaba por trabar los caminos y dejarnos inmóviles. Arte valiosa es ahondar la mejor senda y hallar en sus grados lo que no se encuentra en la multiplicidad o en la confusión.
Otro tanto ocurre con lo que llamamos “actividad”, esa obsesión por hacer esto o aquello, que termina por dejar todo postrado y sin los resultados apetecidos.
En suma, no es bueno dispersarse y tener por fecundo lo que nunca acontece. ¡Cuántas veces nos lamentamos por no alcanzar esos objetivos o aquellos otros resultados! ¡Y cuánto nos equivocamos cuando generamos una “preocupación” tras otra para darnos la sensación de que... “hacemos algo”, de que estamos... al día y a la hora!
Deja que aquél vehículo se vaya, no lo corras... Esfuérzate por aprender la quietud y alégrate si has de “aguardar” un poco más. Esos espacios son riquísimos para meditar, para orar, para caminar, para vivir.
El “culto” de la “oportunidad” no es “absoluto”. Hay oportunidades, muchas desde luego, pero podemos con fruto dejar algunas.
En el fondo está el diablillo de la “competencia” que tanto molesta a veces, empujando sin ton ni son para que nos tengamos por “mejores”.
La superficie esconde siempre la hondura. Es urgente romper caparazones y penetrar más adentro ¡aunque no nos vea nadie! Y esto es lo mejor: andar sin ser notado. Sin presunción alguna, en silencio.

Alberto E. Justo


viernes, 14 de junio de 2013

¿Sabemos que el Espíritu ora en nosotros?

Aunque nada sientas ni percibas: ten siempre esta máxima: “Si sabes lo que sabes es porque ya estás.”
¿Qué es “saber”? Aquí digo esto: “conocer desde dentro”. Y ¿qué es “conocer desde dentro”?
Cuando conoces en verdad lo que “no se siente” ni puede “sentirse” en modo alguno. Cuando has pasado “más allá” (o más aquí) de los sentidos o de cualquier información (o lo que sea).
Cuando el espíritu “concibe” lo que no se aferra, cuando una indescriptible armonía “acuerda” y unifica acontecimientos del pasado y del presente (por decirlo así): tu vida.
Cuando no puedes no estar dentro del misterio que te excede. Cuando sabes que tu espíritu es todo él en Dios... Has sido “transportado”... ¿Qué es esto?
Con los últimos pasos se derrumbaron los escalones y los puentes que juzgábamos indefectiblemente tendidos. Nada ya de eso. Llega la hora   esencial.
Has visto... Dios no está lejos. Él es infinitamente más que cualquier nombre. No hay modo. Es en esa intimidad, de la que no puedes hablar, donde lo hallas y te halla.
Cuando hallas, el Señor te encuentra y viene cada vez de un modo nuevo, inefable, indefinible.
El alma, en su cima, se abre sin horizontes que la limiten. Descúbrese el corazón en su mismo centro, que es Dios. No, no busques fuera o lejos. Aquí, aquí mismo es. Y nada se repite. Jamás podrás hacer doctrina o diccionario de lo que se renueva en plenitud a cada instante.
No esperabas que el Señor llamara así a tu puerta... Precisamente a esa puerta, la menos “sospechada”, por donde menos podía aguardarse... lo mayor.
Mira como se custodian secretos y melodías en tu corazón, que hacen ahora de cortejo admirable... Los telones caen, los tendales se derrumban. No están las vallas que limitaban y multiplicaban distancias ausentes.
¿Orar en verdad? El Espíritu ora en nosotros. Deja que el Espíritu ore. El secreto está allí...

Alberto E. Justo



la adversidad señala que se nos aguarda "más allá"

Pasan las horas y las preguntas se suceden... Pero ¿para qué preguntar? ¿No sabemos acaso cuál es la primera y definitiva respuesta?
No es este presente descompuesto el fin de nuestra vida. El Fin es Dios y Dios es la Realidad...
Percibimos con claridad rumores e intentos indeseables cuyos ecos se filtran a través de espacios y distancias... ¿Qué peso, qué consecuencia tiene todo eso que “apenas” es?
El peregrino debe armarse cada día de valor en su propio “santuario”, en su corazón. No ha sido llamado a “triunfar” en los acontecimientos pasajeros de este mundo y sí a seguir al Salvador en su aparente fracaso.
La comprobación acerca del escaso éxito de su labor no ha de turbarlo ni detener sus pasos.
La paz y la quietud no consisten en dejar de luchar. Al contrario, se trata de “luchar abandonado”, abandonado con confianza, sin angustia por ningún resultado.
La “lucha” es ante todo espiritual y por ello la descubrimos desconcertante, fuera de las expectativas habituales y, a veces, bastante lejos de ellas.
El enemigo ataca sin pausa. Su pretensión es derribar o, por lo menos, entorpecer y frustrar. Imprimir en las víctimas la sensación de inutilidad y de derrota.
Pero no le pertenece “nuestra” derrota. La victoria es siempre más alta y es de Dios. Nuestra aparente (insisto en esto de “aparente”) derrota se TRANSFIGURA en un triunfo trascendente que se da más allá...
¡Cuántos rostros, cuántas figuras se multiplican al paso de las horas y nos conducen, de un modo o de otro, más allá!

Alberto E. Justo


jueves, 13 de junio de 2013

¿Hay alguna "protección" que no venga de Dios?

Y, sin embargo, sufrimos por lo que vemos y por lo que oímos... ¿Por qué? Sin duda porque aguardábamos otra cosa, otras respuestas de los que están más cerca... De lejos es poco lo que llega en realidad. Lo que  hiere es lo que está más cerca. ¿Cabe alguna solución ante lo que es “incambiable” o queda fuera de nuestras posibilidades de respuesta?
La pregunta y la cuestión son apasionantes, porque de ello depende nuestro camino, nuestro andar, en los tiempos que corren.
Se dice que las horas que nos envuelven son de decadencia y sólo topamos con vaciedades. Prefiérese la mediocridad y lo más vulgar es lo que posee mayor fuerza y vigor. Parece que se buscan los niveles más bajos, quizá para no molestarse con exceso o, simplemente, por reacción o por miedo. La opción por lo más “barato”, en cualquier orden, lleva el éxito y nadie vacila en la elección. Es la presentación de lo decente y, tal vez, de lo posible: -me costó poco...
Pero una conducta que de tal modo, sin discernimiento muchas veces, tira hacia abajo tiene otras consecuencias: damos, de lo que tenemos, lo peor. Nadie se molesta en el bien mayor para el otro. Sólo vale lo que cuesta poco.
Son los aires de la acedia que hoy soplan con fuerza en el desierto. Esforzarse por hablar bien, por ofrecer lo bello, por buscar el contenido profundo de las cosas... Todo eso no vale la pena. La palabra suena envilecida y no puede transmitir su altura y su nobleza. El resentimiento turba el “decir” de los conversadores que acaban, carentes de fuerza, en charlatanería y nada más.
Nadie sospecha la escasa calidad de los habladores en su empeño de ser atendidos, de mostrarse y de “sonar”.
Nos hemos atrevido, siguiendo a grandes maestros, a recomendar la aceptación de lo inaceptable. “La paciencia todo lo alcanza”, decía la Madre Teresa. Pero así como es noble y elevada la “atención” en las cosas del espíritu, así es recomendable la “desatención” en lo que no es ni vale.
Oye, calla y ora. Recibe esa Luz (que nunca es avara) y déjate alumbrar por lo que es y lo que vale...
Y lo que vale, lo que es, se manifiesta en el silencio y en una trascendencia que el hombre está llamado a alcanzar.
El enemigo nos tienta siempre a convertir las piedras en pan. Lo que sí es clarísimo es que la piedra no puede ser engullida como... pan. Por eso no hay otra respuesta: lo que es, lo que cuenta, no son los caprichosos intermediarios o recursos del “ego”, sino “toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Alberto E. Justo




miércoles, 12 de junio de 2013

¿perder o ganar?

¿Perder o ganar? Semejante alternativa nunca ha de ser la del peregrino en la vida espiritual. Por el contrario, los caminos son otros y  acabaremos por arribar, las más de las veces, a afirmar que quien pierde gana y quien gana pierde. A afirmarlo porque lo hemos experimentado así...
Pero es preciso detenerse en una consideración más profunda: nuestra vocación lleva a un horizonte de transfiguración y de resurrección que poco o nada tiene que ver con las opciones de este mundo.
Para SER hay que dejar de ser... Y dejar porque... “nos dejan”. No somos nosotros los que “dejamos” por elegir esto o aquello. El que ES nos eleva en sus propias alas y nos levanta hasta su Corazón... Ahora bien, esta “elevación” inaudita comporta un misterioso “descenso”, que nadie puede describir ni explicarse.
Es mejor dirigirse a Dios “directamente”... No hablar de Él (en tercera persona) sino hablarle a Él porque es Él quien primero y siempre nos habla. Y nos dice: ¡VEN! Y nos dice, y nos repite: -Ven a casa y deja lo que no nos pertenece... Tú, sígueme...
¡Tantas veces parece que... perdemos! Pero no perdemos nada, ganamos todo.
Dejemos, pues, imágenes “porfiadas” y antojos menudos. Siempre creemos que Él nos restaurará éste o aquél reino. Siempre detrás de figuras que no son tales...
En todo “abandono” el Señor nos repite: “hoy estarás conmigo en el Paraíso.”

Alberto E. Justo